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2 de mayo de 2024, 4:00 AM
2 de mayo de 2024, 4:00 AM

 “Estamos pelados, presidente”, debe haberle dicho el ministro de Economía y Finanzas al presidente Arce, la última vez que éste le pidió plata para regalarle a las Bartolinas. Y el mandatario ha tenido que reconocer que el jolgorio de la época “moralina” ha concluido porque se terminó el gas en grandes volúmenes. Se acabó el gas y concluyó el milagro económico impuesto por la Bolivia del Cambio, por el Estado Plurinacional, que tanto asombro causó en América y que finalmente era un bulo y nada más. Quiere decir que la bonanza de la que se ufanaba el MAS no era resultado del rimbombante Modelo Económico Social Comunitario Productivo Boliviano, sino de la abundancia de gas que surgía de la tierra directamente a los gasoductos que lo enviaban a Brasil y Argentina. Ni Morales era un genio, ni Arce el mejor economista de Latinoamérica como decían los despistados. El Modelo masista no era sino el de cobrador de millones y millones de dólares mensuales; 60.000 millones de verdes que se malgastaron en la etapa “moralina” y en la actual.

Siles Zuazo, Paz Estenssoro, Paz Zamora, Banzer, Quiroga, Sánchez de Lozada y Mesa, los dignatarios de la democracia real, sobrellevaron sus gestiones “pelados” – “yescas” como decimos en Santa Cruz – pero sabían que bajo el suelo había mucho gas y que ese recurso natural podía ser la salvación del país. Unos más que otros tuvieron oportunidad de promover inversiones extranjeras para la prospección y explotación del hidrocarburo, financiaron la construcción de los gasoductos, firmaron los contratos de venta y abrieron las válvulas, justamente cuando Evo Morales asumió la presidencia de la República y se instauró la democracia “originaria” o ficticia.

En esas condiciones es seguro que Morales pensó que gobernar Bolivia era una bagatela, una bicoca, porque fluía el dinero a montones y su ministro de Economía, Arce, el diestro y fiel financista, jamás le negaba un centavo y, por el contrario, lo animaba a gastar. Ciertamente, para don Evo nada era imposible y se encontró con que podía movilizarse por aire, que podía entregar obras y regalar canchas de fútbol, que “regalaría” a La Paz un ingenio azucarero en una región donde no había caña, que levantaría una planta de urea donde no había gas, que convertiría a Bolivia en el principal productor de litio del mundo sin tener la tecnología para hacerlo, que podía viajar donde quisiera, que hasta se podía comprar un jet para su uso personal y hasta incorporar a Bolivia en la era espacial comprando un satélite chino. Hizo llorar de emoción al país.

Entonces, fue obvio para Morales, García Linera, Choquehuanca, Arce y el resto de la nomenclatura masista, que los anteriores mandatarios pertenecían a la Colonia, que tenían mentalidad arcaica y no solamente pobreza; que trabajaban en una tapera vieja de dos pisos cuando ellos, los masistas, construían la Casa Grande del Pueblo de 29 pisos; que los parlamentarios legislaban en una ratonera ruinosa cuando ellos chantaban a su lado una mole cuadrada con modernos auditorios y ascensores. La estética del centro paceño se fundió, pero eso al MAS lo tenía sin cuidado. ¿Qué estética? ¿Casas viejas?

 

El primer paso para que el gas se fuera al cuerno fue su nacionalización. La justificaron afirmando que las petroleras se llevaban el 82% de los hidrocarburos y que para el Estado solo quedaba el 18% y que con la nacionalización se invertía la ecuación y quedaría 82% para el Estado y 18 para las empresas. ¡Pamplinas! ¡Mentira! ¡No hubo nacionalización! Lo que hicieron fue negociar con las petroleras buscando mejores términos. Algunas aceptaron los límites y otras se marcharon. Pero jamás hubo el 82-18 que repitió hasta el cansancio Evo Morales. Lo que sí se logró, sin duda alguna, fue que no volviera ni una sola empresa gasífera a invertir un dólar en Bolivia mientras no hubiera seguridad jurídica, mientras no pasara la chifladura nacionalizadora. La fatal nacionalización de la minería ni la del petróleo de años anteriores no fue suficiente lección para esas cabezas duras. Por lo tanto, no existió prospección; se explotó el gas sin la menor consideración y ahora va camino de su final. Se termina todo lo que se gasta sin reponerlo.

Durante las primeras dos décadas de la que llamamos democracia real, los gobiernos recurrieron a créditos como ayuda para sobrevivir, pero el año 2006, cuando Morales ocupó el poder, la deuda externa boliviana era reducida. Se había negociado con las entidades financieras internacionales, se había aprovechado del HIPIC para los países pobres altamente endeudados, y la situación de la deuda era más que aceptable. Bolivia era respetada. Sin embargo, la administración “moralina”, además de los miles de millones recibidos por el gas, echó mano de créditos tanto internos como externos, lo que prosigue su sucesor Arce Catacora, alcanzando una deuda pública gigantesca. ¿Dónde se ha ido ese dinero? Es lo que todos se preguntan.

Hoy se echan culpas entre Morales y Arce, acusándose de quienes de los dos hicieron las peores inversiones, los mayores derroches. Están en la pugna por apropiarse de la sigla del MAS, seguros de la ventaja que esos colores les darán una ventaja importante en las elecciones del próximo año. Lo cierto es que ambos son culpables. Morales por su extrema ignorancia como gobernante y Arce porque fue un obediente ministro, despersonalizado, incapaz de llamar a la cordura a su jefe. Ahora nos damos cuenta de que Arce jamás reflexionaría a Morales, porque desde la presidencia sigue sus pasos.

“…no hay, pues, de dónde sacar plata”, reconoce Arce. “…hoy no tenemos la plata que teníamos antes. El gas se ha agotado…”. Si el gas se ha agotado como por fin dice el presidente, si el litio está en pañales, ni no hay estímulo para la agroindustria, habrá que esperar un gobierno con ideas nuevas, emprendedor, honrado, respetuoso de las leyes y respetado, que acabe con esta aventura étnica que ha sido un fracaso absoluto.

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