Un estudio de la OIT concluye que tanto la infraeducación como la sobreeducación “reflejan un uso inadecuado del capital humano” y pueden suponer un elevado costo económico y social

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23 de septiembre de 2021, 9:58 AM
23 de septiembre de 2021, 9:58 AM

Solo la mitad de los trabajadores del mundo ocupan puestos correspondientes a su nivel de educación y el resto está sobre o infraeducado para su labor, de acuerdo con un estudio divulgado el pasado martes por la Organización Internacional del Trabajo (OIT).

Los trabajadores de los países con mayores ingresos tienen más probabilidades de ocupar puestos de trabajo acordes con su nivel de estudios, y en los países de renta alta ese es el caso de 60 por ciento de los empleados.

Los porcentajes análogos para los países de renta media-alta y media-baja son de 52 y 43 por ciento, respectivamente, y en los países de renta baja solo uno de cada cuatro trabajadores ocupa un puesto correspondiente a su nivel de estudios.

Mientras muchas personas ocupan empleos que no se corresponden con su nivel de estudios, muchos empresarios dicen tener dificultades para encontrar trabajadores con las competencias que necesitan para ampliar su negocio e innovar con éxito.

Este fenómeno “señala una importante desconexión entre el mundo de la educación y el mundo del trabajo”, apuntó el estudio, con datos de 130 países, a cargo de la estadística Valentina Stoevska en la sede de la OIT en esta ciudad suiza.

“Los enormes avances logrados en el aumento de los niveles de educación, especialmente entre las mujeres y las niñas, no se han traducido en las correspondientes mejoras en los resultados del mercado laboral”, se indicó.

Aunque tanto la sobreeducación como la infraeducación se dan en todos los países, en los de renta alta (como Estados Unidos, Chile o Uruguay) y media-alta (como Brasil o Rusia), 20 por ciento de todos los empleados están sobreeducados, es decir, tienen más educación de la requerida para sus trabajos.

La proporción correspondiente para los países de renta media-baja (como Bolivia o Pakistán) es de 12,5 por ciento, mientras que en los países de renta baja (como Afganistán o Etiopía) es inferior a 10 por ciento.

El estudio destaca que “siempre existirá un cierto grado de sobreeducación porque algunos individuos aceptan trabajos por debajo de su nivel de educación, ya sea porque ofrecen ventajas específicas (como un trabajo menos exigente y estresante, o mejor protección social) o porque carecen de experiencia”.

Sin embargo, cuando la sobreeducación se debe a distorsiones del mercado laboral en las que la oferta de trabajadores con un nivel de educación superior supera la demanda, es un fenómeno a más largo plazo y suele requerir intervenciones políticas.

La infraeducación también se observa tanto en los países de renta baja como en los de renta alta, y los de renta baja son los que presentan la mayor proporción de trabajadores infraeducados: 70 por ciento de los ocupados tienen menos estudios de los que se requieren para su trabajo.

La proporción análoga para los países de renta media-baja es de 46 por ciento, mientras que en los países de renta media y alta es de 20 por ciento.

La principal razón de la infraeducación es el nivel relativamente bajo de estudios de la mano de obra existente o la falta de cualificaciones formales, especialmente en los países de renta baja.

En los países de renta alta la tasa de sobreeducación es mayor para las mujeres que para los hombres, en los países de renta media-alta no hay diferencias significativas, y en los países de renta baja las mujeres tienen más probabilidades que los hombres de estar infraeducadas para los trabajos que realizan.

Estas diferencias en los patrones de desajuste educativo entre mujeres y hombres, y entre los países de ingresos bajos y altos, “sugieren que a medida que un país se desarrolla, muchas mujeres bien formadas acabarán ocupando puestos de trabajo que están por debajo de su nivel educativo”, apuntó el estudio.

Sin embargo, “también hay que tener en cuenta que algunas mujeres pueden aceptar estos trabajos porque ofrecen ventajas específicas, como por ejemplo un trabajo menos exigente y estresante, un mayor equilibrio entre la vida laboral y la personal, una mejor protección social o desplazamientos más cortos”.

El análisis considera que el covid-19 ha tenido probablemente un impacto en la tasa de desajuste educativo entre las mujeres, especialmente las de menor nivel de educación, porque tienden a concentrarse en las industrias de servicios más afectadas por las restricciones relacionadas con la pandemia.

Los asalariados tienen más probabilidades de estar emparejados (en la relación entre su nivel educativo y la labor que realizan) en comparación con los trabajadores autónomos, y el nivel de correspondencia educación-trabajo es mayor en los países con menor desigualdad salarial.

El estudio concluye que tanto la infraeducación como la sobreeducación “reflejan un uso inadecuado del capital humano” y, si son persistentes, “estos desajustes pueden suponer un elevado coste económico y social para los trabajadores, los empresarios y la sociedad en su conjunto”.