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12 de abril de 2024, 4:00 AM
12 de abril de 2024, 4:00 AM

Bolivia, tierra fértil de inmensa riqueza agrícola, enfrenta una encrucijada que demanda una acción urgente y decidida por parte del Gobierno y los sectores pertinentes. En medio de una crisis marcada por la escasez, la dependencia de insumos extranjeros y las consecuencias devastadoras de la sequía, se impone la necesidad imperiosa de adoptar tecnologías agrícolas modernas, particularmente la biotecnología, como un salvavidas para impulsar la producción y garantizar la seguridad alimentaria del país.​

El potencial agrícola de Bolivia es innegable. Sin embargo, la falta de avances en el uso de la biotecnología representa un obstáculo significativo para maximizar este potencial. Mientras otros países de la región han abrazado con éxito estas tecnologías, Bolivia parece estancada en un modelo obsoleto que limita su capacidad de competir en el mercado global y de satisfacer las demandas internas de alimentos.

El Gobierno, pese a varios anuncios realizados en el último año, ha mantenido una postura reticente hacia la biotecnología agrícola, con políticas que frenan su adopción y desarrollo. Esta resistencia, en lugar de proteger los intereses del país, solo sirve para perpetuar la escasez y la dependencia de importaciones, particularmente de insumos y granos de países como Argentina. La reciente escalada de la inflación en países vecinos ha profundizado esta situación, volviendo inviables muchas de estas importaciones, y dejando a Bolivia en una posición aún más vulnerable.

Además de los desafíos económicos, la agricultura boliviana enfrenta amenazas climáticas cada vez más severas. La sequía, exacerbada por el cambio climático, ha provocado una disminución en la oferta de semillas y ha afectado la productividad de los cultivos tradicionales. Ante este panorama, la resistencia a adoptar tecnologías que podrían hacer frente a estos desafíos se vuelve aún más insostenible.

Solo basta con dar una mirada en Marketplace de Facebook para evidenciar que ingresan semillas transgénicas de forma ilegal a Bolivia y el problema es que no van acompañadas de un paquete tecnológico, lo que mantiene al país en el rezago de una baja producción.

Es crucial reconocer que la biotecnología agrícola no es una panacea, pero sí ofrece herramientas poderosas para mejorar la resistencia de los cultivos a condiciones adversas, aumentar la productividad y reducir la dependencia de insumos costosos y escasos. Las variedades transgénicas resistentes a la sequía, por ejemplo, podrían ser una solución prometedora para mitigar los efectos del cambio climático en los cultivos bolivianos.

Además, a nivel global, los precios internacionales de los productos agrícolas están en declive, lo que añade presión adicional a los productores bolivianos. Ante esta realidad, la innovación y la eficiencia se vuelven aún más cruciales para mantener la competitividad y asegurar la viabilidad económica de la agricultura nacional.

En este contexto, es imprescindible un cambio de rumbo en la política agrícola boliviana. El Gobierno debe reconocer la urgencia de modernizar el sector agrícola y promover activamente la investigación y adopción de tecnologías agrícolas avanzadas. Esto incluye la creación de un marco regulatorio claro y basado en la ciencia para la biotecnología agrícola, así como la inversión en infraestructura y capacitación para los agricultores.

No podemos permitirnos seguir mirando hacia atrás mientras el mundo avanza. Bolivia tiene el potencial de convertirse en un líder regional en agricultura sostenible y productiva, pero este potencial solo se realizará si tomamos medidas audaces y decisivas ahora. La biotecnología no es el enemigo, sino un aliado en la lucha contra la escasez, la inseguridad alimentaria y el cambio climático. Es hora de abrazar el futuro y aprovechar al máximo el inmenso regalo que nos ofrece la tierra boliviana.

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