16 de octubre de 2020, 5:00 AM
16 de octubre de 2020, 5:00 AM


Todas las elecciones son importantes, históricas y emocionantes, y aunque cada vez diremos que ‘estas sí son las más importantes de la historia’, convengamos en que es la adrenalina del momento la que nos lleva a pensar que las otras no y estas sí son las más trascendentales, las que marcarán el rumbo del futuro, las que representarán un quiebre entre un antes y un después.

Así que este domingo cuando los bolivianos asistamos con barbijo, bolígrafo propio, sin compañía y sin dar la mano ni besar a nadie en el camino al colegio electoral, estaremos concurriendo a una cita con la historia, igual de importante que todos los ejercicios anteriores, y si nos hace felices sentir que es la elección más importante de nuestras vidas, que así sea, y que ese detalle se convierta en la motivación no solo para cumplir con un deber ciudadano, sino para ejercer ciudadanía, para reafirmar que somos parte de esto que llamamos país.

Algo dividido, contradictorio, diverso, complejo, unas veces incomprensible, otras veces fuente de dolores de cabeza, pero nuestro al fin, así es el país que compartimos entre quienes nos entendemos y con quienes no nos entendemos del todo también.

Nadie tiene el derecho de decirle a cada uno por quién votar y por quién no votar, el voto es personal y por eso mismo es secreto; solo uno mismo sabe en qué casilla marcó la X, y en el momento en el que el ciudadano cruza la puerta del aula destinada a marcar la papeleta, en ese momento dejan de importar las tendencias, las encuestas, las influencias o las presiones: nadie más que uno es testigo de su voto.

Ese fugaz instante de la marcación de la papeleta, sumado a otros instantes similares en muchos lugares del país, hace la magia: la sumatoria de la voluntad mayoritaria habrá definido a quién se le encomienda la misión de conducir los destinos del país.

En cada elección renace una esperanza, porque entendemos que el cambio genera temores, pero más genera expectativas por lo nuevo que vendrá; por eso es tan importante que cada ciudadano no renuncie a su derecho a votar y que, por el contrario, con su decisión individual se convierta en actor de una nueva historia, en responsable de la apuesta por uno u otro candidato.

Más de uno estará considerando no asistir al recinto por temor a la pandemia, pero habría que recordar, en ese caso, que más riesgo se corre cuando se va a un mercado, se toma un transporte público o se hace una reunión familiar, porque a diferencia de esas ocasiones, en el acto de votar el ciudadano estará siempre solo, ni siquiera necesitará tocar la urna para depositar la papeleta, no tendrá que entregar su carné a nadie, con mostrarlo de media distancia será suficiente, y si además lleva barbijo estará muy protegido.

Cuando finalmente se encuentre solo en el aula vacía usted marcará dentro de un recuadro en blanco, y en ese momento -sin importar si lo hizo por uno que está ubicado más a la izquierda, más a la derecha o más al centro- lo que habrá conseguido es votar por la democracia, y habrá marcado por la vigencia de un sistema de convivencia con valores, leyes, obligaciones, pero también derechos. Ese es el voto más importante en el que todos los bolivianos coincidiremos el domingo, y habremos logrado para Bolivia mucho más que una mayoría absoluta o de dos tercios.



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