8 de abril de 2024, 4:00 AM
8 de abril de 2024, 4:00 AM

El año 2023 marcó un triste hito para Bolivia, al perder más de 696.000 hectáreas de bosques, lo que mantiene al país como el tercero en el mundo con mayor pérdida arbórea, después de Brasil y la República Democrática del Congo. Un 87% de esta superficie se concentró en los departamentos de Santa Cruz y Beni, ambos experimentando notables incrementos respecto al año anterior. Beni, en particular, registró un récord alarmante al perder más de 264.000 hectáreas de bosques, una cifra sin precedentes.

Estos datos reflejan una tendencia preocupante y muestran un retroceso en los esfuerzos por proteger la Madre Tierra, aunque no quieran admitirlo los gobernantes bolivianos. En cambio, Brasil y Colombia redujeron su pérdida boscosa en 2023, lo que demuestra, según expertos medioambientalistas, que con voluntad política y planes coherentes se pueden lograr resultados positivos. Estos países expresaron su intención de lograr deforestación cero, pero Bolivia se opuso a dicha meta.

Los expertos advierten que el modelo de desarrollo no debe aplicarse a expensas de los bosques, sino que debe adoptarse un enfoque de sostenibilidad que considere el desarrollo económico de las comunidades dependientes de estos ecosistemas. Cambiar este paradigma implica reconocer que un bosque en pie tiene un valor superior al de uno talado, lo cual debería reflejarse en los mecanismos de financiamiento.

El estudio realizado por la plataforma Global Forest Watch (GFW) revela que la pérdida de bosques en 2023 fue la segunda más alta registrada en la historia de Bolivia, superada solo por la devastación ocurrida en 2019 debido a los incendios forestales en el oriente boliviano.

El aumento en la tasa de deforestación anual fue del 17% para todo el territorio nacional, según GFW, con Beni estableciendo un récord departamental al experimentar un incremento del 155% respecto al año anterior. Las mayores pérdidas se concentraron en la provincia Ballivián, que incluye los municipios de Rurrenabaque, San Borja y Santa Rosa de Yacuma, donde se perdieron más de 100,000 hectáreas de bosques.

La falta de voluntad política es una de las principales causas de esta degradación ambiental. Actualmente, gran parte de la normativa ambiental está siendo manipulada por intereses políticos y económicos, lo que genera incertidumbre y fomenta prácticas depredadoras como la expansión agrícola y ganadera a gran escala, la minería ilegal y la tala indiscriminada de árboles. Por ejemplo, el Plan de Uso del Suelo (PLUS), en Beni, y varias leyes que definen competencias a nivel municipal, departamental y nacional están en el limbo. Un síntoma de este desbarajuste normativo han sido los numerosos conflictos por temas de tierra ocurridos el año pasado, especialmente en los departamentos de Santa Cruz y Beni.

A pesar de este retroceso, Bolivia sigue siendo poseedora de una de las mayores extensiones de bosques tropicales en Sudamérica, albergando una biodiversidad única. Es imperativo detener la pérdida de estos valiosos ecosistemas y promover prácticas sostenibles que garanticen su preservación para las generaciones futuras.

La deforestación es un problema grave que requiere atención inmediata. No podemos permitir que la codicia y la negligencia sigan destruyendo nuestros bosques y comprometiendo el futuro del planeta. Es hora de tomar medidas decisivas para proteger y preservar estos valiosos recursos naturales antes de que sea demasiado tarde.

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