La investigación revelada por la revista Science mostró que las serpientes desarrollaron un arma de defensa mucho más efectiva, precisa y dolorosa para sus depredadores. Además, adoptaron una postura para escupir veneno.

23 de enero de 2021, 7:17 AM
23 de enero de 2021, 7:17 AM

Las mayoría de las serpientes usa su veneno para atontar y cazar a sus presas, pero ciertos tipos de cobra pueden escupirlo varios metros de distancia para cegar a sus depredadores. Un estudio concluye que esta rara habilidad de las cobras es la respuesta evolutiva al entorno y el desarrollo de un arma letal y única de defensa.

El trabajo, una colaboración internacional liderada por la Universidad de Liverpool (Reino Unido) que esta semana ocupa la portada de la revista Science, explica que la necesidad de defenderse ha determinado en gran medida la evolución de las toxinas que componen algunos venenos de serpiente.

"El veneno es un carácter trófico evolutivo que utilizan no solo las serpientes sino multitud de organismos (caracoles marinos, arañas, escorpiones, insectos..) para subyugar a la presa o defenderse de depredadores", explicó Juan José Calvete, coautor del estudio.

En el caso de las serpientes, conocer en detalle su estructura y la actividad biológica de las toxinas que lo componen es esencial para diseñar antídotos efectivos contra las mordeduras de serpiente que cada año producen entre 1,8 y 2,7 millones casos de envenenamiento en África, Asia y Latinoamérica, y entre 81.400 y 138.000 muertes, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Para hacer el estudio, los investigadores analizaron la composición del veneno de tres linajes de cobras escupidoras del género Naja, que habitan en África y Asia, y que son capaces de eyectar su veneno a dos metros de distancia -y con mucha precisión- sobre los ojos de su víctima y causar dolor, inflamación y hasta ceguera permanente.

Los análisis mostraron que los tres grupos diferentes de cobras habían aumentado de forma independiente la producción de toxinas PLA2 o fosfolipasas, un tipo de enzima presente en el veneno de las serpientes, en arañas y otros insectos, y que tiene efectos tóxicos en mamíferos.

"Observamos que las cobras escupidoras tienen una mayor abundancia de fosfolipasas en su veneno, lo que, junto con otras citotoxinas comunes en todas las cobras, mejora las capacidades defensivas de su veneno", explicó Calvete.

La función escupidora de las serpientes también fue una evolución

Para adquirir la rara habilidad de escupir veneno, las cobras tuvieron que pasar por dos preadaptaciones: cambiar su postura para elevar el tercio frontal del cuerpo y apuntar a los ojos de la víctima con gran precisión, y aumentar el nivel de citotoxinas, las toxinas que provocan un tremendo dolor.

El equipo de investigación cree que el origen de esta estrategia defensiva en las serpientes está relacionada con la evolución de nuestros ancestros, los homínidos bípedos.

"La bipedestación fue un rasgo adaptativo que permitió a nuestros ancestros cambiar el bosque lluvioso por la pradera africana, recolectar alimento con ambas manos y avistar por encima de los pastos a depredadores" y por eso "planteamos la hipótesis de que los encuentros entre homínidos bípedos y serpientes representarían una potencial amenaza para los ofidios, ejerciendo una presión selectiva para favorecer un comportamiento defensivo", añadió el experto.

El estudio demuestra que el origen del veneno escupido por las serpientes tuvo su origen en África y más tarde en Asia, lo que se correspondería con la divergencia de nuestros antepasados de los chimpancés y los bonobos en África y su posterior migración a Asia.

"Sería como una carrera armamentística, donde las serpientes desarrollaron una habilidad para escupir un veneno cada vez más tóxico, y los humanos un ojo más desarrollado para detectar estos peligros", concluyó Calvete.