La falta de ventilación y las malas condiciones sanitarias favorecen las enfermedades contagiosas, que preocupa en las prisiones de todo el mundo. En las cárceles es casi imposible aplicar las medidas de distanciamiento que preconizan los gobiernos y la OMS ni lavarse las manos con frecuencia.

7 de abril de 2020, 6:23 AM
7 de abril de 2020, 6:23 AM

Igual que en otros países del mundo, los prisioneros de Indonesia, obligados a dormir hacinados en el suelo de celdas sin ventanas ni ventilación, temen que la llegada del nuevo coronavirus se convierta en un "desastre".

"Si el virus entra en la prisión será un caldo de cultivo", dice Brett Savage, un sudafricano encarcelado en la prisión de Kerobokan, conocida como "Hotel K", en la isla indonesia de Bali, donde 1.500 personas ocupan bloques pensados para albergar a 350.

El hacinamiento, la falta de ventilación y las malas condiciones sanitarias favorecen las enfermedades contagiosas como el Covid-19, que preocupa en las prisiones de todo el mundo. En las cárceles es casi imposible aplicar las medidas de distanciamiento que preconizan los gobiernos y la OMS ni lavarse las manos con frecuencia.

En Tailandia, los rumores de que un prisionero estaba contagiado provocaron una fuga y en Colombia 23 personas murieron en un motín relacionado por el temor al nuevo coronavirus.

En Estados Unidos las prisiones confinaron a los prisioneros en sus celdas y suspendieron los traslados tras decenas de casos de contagio. Varios estados están estudiando liberar a los presos no violentos.

Savage, el prisionero del "Hotel K" que ha cumplido nueve de sus 20 años de condena por tráfico de metanfetaminas, describe una cárcel sin mascarillas, donde sigue entrando gente del exterior continuamente y donde no se aplican medidas sanitarias.

"La mayoría de las personas no tienen ni idea de la higiene básica, muchos se suenan la nariz y escupen por todas las partes", dijo a la AFP. "Si afuera no pueden controlar [la epidemia] ¿cómo lo harán cuando entre en la prisión?", se pregunta.

En Indonesia hay oficialmente 1.800 personas contagiadas y 170 muertos, pero los expertos creen que las cifras pueden ser mucho más altas en este país de más de 260 millones de habitantes.

Las autoridades han liberado a más de 30.000 prisioneros, cerca de un 10% de la población de las cárceles del país, y se han prohibido las visitas familiares. Pero aún con esta liberación las cárceles siguen estando superpobladas.

Filipinas, donde las prisiones albergan cinco veces más de prisioneros que su capacidad, decidió no aplicar liberaciones anticipadas pese al llamamientos de varias oenegés.

El Comité Internacional de la Cruz Roja advierte que la mortalidad por el coronavirus en las prisiones podría ser superior a la media por las malas condiciones sanitarias.

En Pakistán las autoridades intentan contener un brote de 49 casos en la prisión de Lahore, donde un prisionero que venía de Italia dio positivo en marzo.

Rabia, una mujer que tiene a su hijo Sajjad en una prisión en Lahore, conoce el riesgo para la salud de las cárceles de Pakistán. Su hijo es quedó parapléjico tras contraer meningitis y por no recibir los cuidados adecuados del personal médico de la prisión.

"No tengo ni idea de cómo se encuentra, como sobrevive", dice Rabia, que no pudo visitar a su hijo desde que el Covid-19 llegó a Pakistán. "Rezo para que esta enfermedad no se propague, pero si lo hace ¿lo sabremos? No lo sabremos", dice a la AFP, sin querer usar su nombre real.

En Pakistán varios tribunales ordenaron liberar a centenares de personas que están esperando juicio o condenadas por pequeños delitos, pero la semana pasada el tribunal supremo paralizó estas decisiones.

En el vecino Afganistán, el presidente decretó la liberación de las prisiones de 10.000 mujeres, jóvenes, enfermos y mayores para "preservar la salud del pueblo" pero hasta ahora solo salieron unos centenares.

India también liberó a miles de prisioneros después de que el Tribunal Supremo recomendara hacerlo para aquellos que esperan sentencia por crímenes con condenas de siete años o menos.

Harsh Mander, una activista en India, reconoce que es una decisión difícil para las autoridades porque los prisioneros liberados podrían propagar el virus en su largo viaje a casa, a veces hasta pueblos muy recónditos. "No hay ninguna decisión perfecta", afirma.