Opinión

cara a cara

12 de noviembre de 2019, 3:00 AM
12 de noviembre de 2019, 3:00 AM

Evo Morales ha desandado sus pasos al abandonar el poder. Ha vuelto al mismo lugar que lo llevó a la Presidencia y ha retomado la estrategia de provocación que en aquel entonces le dio buenos resultados. 

Recordemos que su oposición radical y antisistémica, sumada a su manía de bloquear carreteras en el trópico cocalero, hicieron inviable cualquier otra opción política que no fuera la suya. 

Al final la democracia le dio la oportunidad de ser un líder diferente, pero también magnánimo e incluyente. 

No lo fue. Y su perorata de renuncia – pronunciada ya sin el pudor que le imponía su investidura–, lo vuelve a sus orígenes, a lo que es su verdadera vocación: un agitador que pone en zozobra a la democracia. Una pena que no haya salido dignamente pacificando el país.

Tanto en el pasado como ahora, las bases de Evo Morales han tenido financiamiento externo, fuera de la economía ilegal en la que se mueven los cocaleros del Chapare. 

Ahora es evidente que hay países que lo apoyan y que seguramente moverán sus fichas para lograr que vuelva al poder. Ojalá que las fuerzas del orden logren neutralizar a las hordas que operan bajo ese esquema y que en Bolivia se pueda restituir el orden constitucional. 

Y será siendo clave el rol de los jóvenes que en los nueve departamentos llevaron adelante esta revolución pacífica en contra del abuso de poder y de la dictadura. Son ellos los que marcan la diferencia entre lo que fue la Bolivia de hace 14 años y lo que es hoy.



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