Muchos, a pesar de las dificultades de ser migrantes, lograron una estabilidad en Bolivia, pero cada vez les es más difícil comunicarse con sus seres queridos que se quedaron en Venezuela. Dicen que sintieron la solidarias de los bolivianos

El Deber logo
17 de marzo de 2019, 4:00 AM
17 de marzo de 2019, 4:00 AM

Hay tres hombres que hablan y tienen una forma de hablar diferente. Esos tres hombres están en una rotonda de la ciudad de Santa Cruz y tienen una cartulina extendida en las manos donde está escrito que son venezolanos, que han salido de su país porque allá la vida es muy triste.

Lo que piden es ayuda económica para poder comer, para pagarse algún alojamiento, para satisfacer sus necesidades básicas en un país lejano porque de Venezuela han salido con una mano adelante y otra atrás, escapando de los fantasmas de su Gobierno, del hambre y de tantas cosas que, afirman, les impedía llevar una vida digna y prosperar.

Mary Molina llegó a Bolivia hace 8 años, cuando gobernaba el fallecido presidente Hugo Chávez. Ella había fijado su posición en contra del Gobierno y desde entonces sintió el enojo del poder y decidió salir antes de sufrir consecuencias.

Tras de ella fueron llegando a Bolivia otros venezolanos, y desde que Nicolás Maduro es presidente y sus políticas han ido lastimando a Venezuela, Molina estima que ya son más de 5.000 sus compatriotas que se han visto obligados a llegar a Bolivia para empezar una vida nueva.

Mary Molina es coordiandora de cuatro organizaciones internacionales relacionadas con la lucha por la democracia y los derechos humanos en Venezuela. A pesar de que ella es una de las personas venezolanas que en Santa Cruz ha logrado tener un trabajo, siente que se está muriendo en vida por lo que están pasando sus compatriotas en Venezuela donde, asegura, no hay agua, electricidad, existe falta de alimentos y de medicamentos.

“La crisis humanitaria sigue en Venezuela, cada vez está peor. Se mueren más personas que en una guerra. El usurpador Nicolás Maduro está llevando al pueblo a la muerte”, enfatizó.

Juan Martínez recuerda el día que llegó a Santa Cruz como una jornada de mucha esperanza, pero también de temores. El bus que lo trajo lo dejó en la Bimodal. No llegó solo, lo hizo con dos amigos. Cuando bajaron del motorizado dice que los tres se miraron y se preguntaron: ¿Y ahora qué haremos? Preguntaron dónde quedaba el centro de la ciudad y cuando llegaron a la plaza 24 de Septiembre encontraron a venezolanos que habían llegado hacía meses. Ellos les tendieron la mano y a medida que pasaron los días fueron ubicándose en una ciudad que sintieron que era muy solidaria.

Mery no quiere dar a conocer su apellido porque dice que se encuentra de manera ilegal en Santa Cruz. Pero sí se atreve a dar su testimonio. El segundo día que llegó, al igual que muchos de sus compatriotas, no pudo contener el llanto cuando entró a un supermercado. Ver tanta comida junta y cientos de productos que en Venezuela no existen, le pareció tan maravilloso que no lo podía creer. Aquel día apenas tenía dinero para comprar diez panes y un judo de frutas, pero el simple hecho de ver tanto alimento le dio ganas de vivir, de trabajar duro para después, con sus primeras ganancias, comprar de todo.

Y así lo hizo. Cuando le pagaron en el lugar donde trabajaba realizando la limpieza en un boliche, fue a un supermercado para comprar arroz y carne, café y chocolate, frutas y verduras. Todo eso lo compartió con dos compatriotas que la cobijaron en su habitación durante los tres primeros meses de su estadía en Santa Cruz.

Manuel está en Santa Cruz solamente de paso. Su objetivo es llegar a Paraguay donde dice que se encuentran sus hermanos que salieron de Venezuela antes que él. Si todo sale bien y consigue dinero para sus pasajes, seguirá la ruta que le han enseñado otros compatriotas suyos: Santa Cruz-Villamontes-Ibibobo, para luego cruzar la frontera y seguir viaje por Mariscal Estigarribia rumbo a Asución, la capital de Paraguay.

Muchos venezolanos que llegaron a Santa Cruz coinciden que no están enviando ni dinero ni medicamentos a Venezuela porque les resulta imposible debido al hermetismo que existe en la frontera. También dicen que cada vez se les hace más complicado comunicarse con sus familiares y amigos que quedaron en Caracas y otras ciudades, puesto que debido a los cortes de energía eléctrica sus celulares se encuentran sin batería. “Aquí estamos pasando dificultades, pero en Venezuela están sufriendo días y noches muy duras”, coinciden y muchas personas, como Mary Molina, agradecen la solidaridad que encontraron en Bolivia.

Tags