La tradición de acatar los dictámenes cívicos y la fuerza movilizadora hacen que la región aún sea opositora. Pocas regiones pueden seguir el ritmo

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14 de julio de 2019, 15:00 PM
14 de julio de 2019, 15:00 PM

Media noche del lunes. Los últimos autos en las calles comienzan a huir del centro como un enjambre luminoso que presiente peligro. En pocos minutos, cada una de las rotondas dentro del cuarto anillo será tomada por más de 200 comparsas y fraternidades que comenzarán a hacer cumplir el paro cívico del martes.

Habrá incidentes -pocos, pero los habrá- y en las redes sociales abundarán las crí- ticas contra los que usan la medida como pretexto para emborracharse con los amigos. Cuando amanezca, la ciudad lucirá increíblemente calma, fresca y diáfana. No habrá embotellamiento en el primer anillo ni bocinazos en los mercados. Poco a poco, las calles serán patrulladas por parvadas de ciclistas y grupos de motociclistas que, de rato en rato, convertirán las rotondas en algo parecido a una reunión ‘cosplay’ de Mad Max. Humearán los carbones, se asará carne, se reventarán cohetes y cuando se cumplan 18 horas de protesta, el paro de 24 horas terminará con un discurso del presidente del Comité pro Santa Cruz.

Pocas horas después, cuando llegue el miércoles, nada cambiará. La ciudad volverá a ser una pista de tráfico desordenado, los vocales del Tribunal Supremo Electoral no renunciarán y Evo Morales y Álvaro García Linera continuarán en sus cargos decididos a repostularse por tercera vez a la presidencia. Pese a ello, todos los que participarán del paro creerán que fue un éxito. Quizá lo fue. “Este paro fue del pueblo, no del comité. Se convoca y el pueblo se mueve solo.

No salió ni un 10% de la población a bloquear y aún así no se movió una mosca”, dice un orgulloso Luis Fernando Camacho, presidente del Comité pro Santa Cruz. De hecho, el paro del martes no fue multitudinario. Las rotondas, pese a que algunas tenían asignadas hasta 25 comparsas, no lucieron repletas de bloqueadores, ni se dieron las concentraciones masivas cerca del Cristo, pero fue tan contundente que el Gobierno cuantificó las pérdidas en $us 35 millones.

¿Qué hace que para Santa Cruz sea más fácil parar que en otras regiones? Una respuesta sencilla sería decir que tiene un pequeño ejército organizado en comparsas y fraternidades, capaz de copar las rotondas, pero no alcanza. “Santa Cruz es el pionero en la conformación de su entidad cívica y dio pelea en tiempos duros, como en la recuperación de la democracia.

Eso es un arco diferencial con el resto de los departamentos, sin hacerlos menos”, dice Camacho. De cierta forma, lo histórico también es la justificación del oficialismo. Hugo Siles, exministro de Autonomías, dice que tradicionalmente el comité ha usado métodos ‘sugestivos’ para evitar que el pueblo desarrolle sus actividades normales. “No salen para no tener problemas, para que no les pinchen las llantas. Antes salían con palos y bates y eso le ha dado a Santa Cruz un alcance relativamente mayor en los paros”, dijo. Está “absolutamente convencido” de que, sin bloqueos, los paros cívicos serían un fracaso.

Las debilidades

Pese a que los cívicos del país planean un paro nacional para fin de mes, no están en su mejor momento. De hecho, solo Santa Cruz, Potosí y de cierta forma Tarija son capaces de garantizar el acatamiento de la protesta.

Juan Flores, uno de los dos presidentes cívicos que tiene Cochabamba, confiesa que cuando asumió la presidencia se encontró una institución prácticamente muerta “debido a la decisión de algunas élites que resguardaban sus intereses”. Dice que la situación de Cochabamba no era la única, que si bien Santa Cruz tiene una cohesión entre lo social y lo empresarial importante, fue en la Llajta donde se volvió a gestar la unidad cívica, hecha trizas tras el ‘fracaso’ de la media luna -luchas autonómicas y su articulación a los prefectos opositores-, proceso en el que, en su opinión, los comités “fueron borrados del mapa”. Camacho reconoce que incluso el comité cruceño se debilitó bastante, que perdió credibilidad, aunque lo achaca a la ‘persecución’ de dirigentes después del caso terrorismo. Sin embargo, lo que cuenta del resto de la dirigencia cívica nacional es mucho más dramático. Admite que el MAS ha perforado la institucionalidad de varias regiones.

Pone como ejemplo a Beni y Pando, que tuvo comités contestatarios y que hoy son afines al Gobierno. También el caso de Chuquisaca, donde se tiene que coordinar con el vicepresidente ya que el titular de los capitalinos “es especial”.

“No digo que sea masista, pero es especial”, describe. A eso le suma los paralelismos en Cochabamba y el caso de La Paz, donde hay hasta tres cabezas cívicas, pero una sola es opositora al Gobierno. “Hubo un momento en el que el cruceño perdió credibilidad en su comité y eso se comió una generación completa. Le decían ‘débil’, ‘cobarde’, pero sin conocer los problemas internos”, confiesa Camacho.

Si hay una organización cívica que encarne mejor la penetración del oficialismo esa es la de Oruro. Bryan Nigoevic lo presidió hasta el 3 de junio y ahora la institución se encuentra en una especie de limbo, porque todos los gremios que lo conforman han acatado el ‘silencio electoral’ decretado por la Central Obrera Boliviana para concentrarse en la campaña oficialista a través de la Conalcam. “Dentro del departamento de Oruro, las instituciones son afines al MAS, no acatan los paros cívicos.

Tenemos que ser sinceros, los únicos capaces de organizar paros contundentes son Potosí, Tarija y Santa Cruz, porque cuentan con apoyo de la población y tienen cierto tipo de organizaciones que ayudan a garantizarlos, sea comparsas, fraternidades o los universitarios”, se lamenta. Eso no significa que Santa Cruz sea inmune a la influencia oficialista. Cuenta Juan Flores que una vez un capitán de la industria cruceña se paró ante ellos y les dijo que ningún Gobierno había tratado tan bien a los empresarios como el de Evo Morales. No se trataba de una figura cualquiera, era un líder empresarial, cabeza de un grupo diversificado en casi todas las cadenas productivas de la región. “Nuestras pocas élites están arrodilladas al Gobierno, por eso digo que hemos resucitado de las cenizas, más a allá del paralelismo que en cinco departamentos nos hicieron”, confiesa Flores.

Esa resurrección, en Santa Cruz, vino de manos de los jóvenes, que luego de reclamar por la falta de autoridades que los dirijan en la protesta contra la repostulación de Evo Morales, marcharon hasta el comité y tocaron las puertas hasta abrirlas. “Cuando los jóvenes fueron al Comité, les dije que ellos eran los que lo iban a levantar, que era una institución golpeada. Lo que he tratado de hacer es que el Comité no tenga dueño, que esté con el pueblo, que sea el pueblo el que haga efectiva las convocatorias”, dice Camacho.

Lo que se viene

Ahora, toca jugar al ‘gato y al ratón’. Camacho dice que el empresariado acata los paros -diferencia muy bien el término ‘acata’ del ‘apoya’-, que pese a que sabe muy bien qué empresario está identificado con el Gobierno, ni siquiera ellos pueden ir en contra de sus instituciones. Confiesa que sin el apoyo empresarial hubiese sido imposible alimentar y dar agua a unas 800 personas que coordinaron la movilización del sábado.

Juan Carlos Ramos, presidente cívico tarijeño, dice que la clave es la coordinación interinstitucional, aunque otras voces aseguran que últimamente se le complica convencer al transporte de que pierda un día de trabajo. Juan Flores ya ni siquiera intenta persuadir a las cabezas de las federaciones, sino que negocia sindicato por sindicato.

Es más, muchas de las cabezas de los gremios se convertirán pronto en candidatos oficialistas a la Asamblea Legislativa. Camacho espera que a pesar de los paralelismos y la debilidad institucional, sea la gente la que se apropie de la convocatoria y haga el paro. Sin embargo, ya hay voces opositoras que le exigen medidas alternativas al paro. Para Hugo Siles, cualquier protesta será estéril. “No han logrado un milímetro de absolutamente nada”, sentencia.