Quienes atienden a 106 personas con capacidades especiales no reciben el sueldo desde hace cinco meses. La solidaridad de donantes ha caído. Los trabajadores han realizado marchas y huelgas

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15 de julio de 2019, 15:00 PM
15 de julio de 2019, 15:00 PM

El Hogar Teresa de Los Andes está viviendo la mala hora más larga de sus 30 años de vida. Las 106 personas con capacidades especiales que habitan en esa casa grande, desconocen lo que pasa ahí adentro.

Los administrativos hasta ahora están haciendo todo lo posible para que el gran problema no se vea reflejado ni en la calidad de la comida, ni en la administración de los remedios, ni en la higiene, ni en los cuidados extremos que requiere quien está obligado a estar siempre en la cama, o padece de autismo, hidrocefalia o esté sufriendo los embates de algún órgano interno o la angustia de una enfermedad siquiátrica.

Quienes los cuidan son los que soportan en carne propia el problema que en el Hogar Teresa de los Andes tiene un nombre: falta de dinero. Falta tanto el dinero que buena parte de los 71 asalariados no reciben el sueldo desde hace cinco meses. Hombres y mujeres que a lo largo de los años han aprendido a cuidar y a curar, a preparar la comida que no solo se da con cubiertos, sino a través de sondas, a cambiar pa- ñales desechables y a limpiar los pisos y a lavar la ropa con esmero absoluto.

Existe un déficit mensual de más de Bs 200.000 para cumplir con los sueldos y fue enero el mes que se pagó a medias el salario. Desde entonces los trabajadores no han recibido nada, dicen Carolina Acatuca, encargada de Proyecto, y Eduardo Pérez, jefe de Recursos Humanos del Teresa de los Andes. Los padrinos han cerrado su billetera. Carolina y Eduardo explican que los padrinos son las ONG y personas particulares que a lo largo de muchos años colaboraban permanentemente y hacían posible llegar económicamente a fin de mes sin sobresaltos y cumplir con las obligaciones salariales.

El mayor golpe que ha sentido el hogar ha sido que la ONG Ayuda en Acción, que era la que hacía uno de los mayores aportes para sueldos, dejó de hacerlo bajo la excusa de que la economía de Bolivia ha mejorado y de que el país dejó de ser un país subdesarrollado y pasó a ser considerado en vías de desarrollo.

“No dijeron: hasta aquí nuestro trabajo y se fueron a África donde la pobreza es extrema. Supuestamente Bolivia cuenta con una economía estable, pero en Teresa de los Andes no lo sentimos así”, ha dicho Carolina y Eduardo ha puntualizado que de los de 71 trabajadores asalariados por el hogar, solo 13 tienen el sueldo seguro, los mismos que corresponden al área de salud, entre médicos, enfermeras y terapeutas gracias al aporte de la Gobernación y de la Alcaldía de Cotoca.

La cantidad de pacientes ha quedado en un número fijo: 107, de los cuales 54 son mujeres y 53 son hombres, con edades que oscilan desde los 10 hasta los 55 años y con discapacidades moderadas y muy graves, atendidos por 42 cuidadores divididos en tres turnos durante las 24 horas del día. Hace dos años que el portón del hogar está cerrado para nuevos pacientes. Cada mes llegan por lo menos seis pedidos y quienes los traen, padres de familia, otros familiares o alguna autoridad, insisten y se comprometen en ayudar. Pero Carolina y Eduardo ya conocen esta historia y saben que tras dejar al nuevo huésped se olvidan del compromiso.

“Entre los pocos familiares que aportan está una señora que es la tía abuela de un niño que cada tres meses da $us 200. El costo mensual de un niño es de Bs 5.000 mensual y esa suma va creciendo a medida que pasan los años porque la enfermedad suele empeorar, dice Carolina que en su memoria tiene recuerdos que no pude olvidar. No puede olvidar, por ejemplo, aquellos años cuando personas anónimas lanzaban por la barda hacia el interior del hogar a niños con parálisis cerebral. Al lado del niño un papelito con el nombre o muchas veces así nomás.

Las cuidadoras, solidarias, les daban sus apellidos para que los niños tengan una identidad. Carolina se acuerda también del menor de 11 años que estaba amarrado junto a los perros en una casa. “Cuando lo trajeron al hogar quería morder, si le ponían el plato en la mesa lo tumbaba y quería comer en el suelo. Ahora tiene 21 años y desarrolló características siquiátricas”. Ahora no los lanzan por la barda ni encuentran a niños atados junto a los perros. Ahora van de todo el país al hogar a buscar ayuda, a pedirles que por favor se hagan cargo. Pero las puertas están cerradas hasta que la economía esté saneada y existan las garantías a corto y largo plazo.

Como una medida de presión, los trabajadores ya realizaron paro de actividades y la administración del hogar tuvo que solicitar a personas voluntarias a que acudan para que la atención de los 106 pacientes no se vea afectada. Marina Gallardo trabaja desde hace 27 años dice que es difícil trabajar cuando no te pagan desde hace cinco meses. Dice también que hay algunos funcionarios que no tienen casa y que deben alquiler, otros, al banco.

“Estamos muy bravos, pero también sabemos que los niños no tienen la culpa. Sabemos que algunas instituciones ya no están donando dinero. Necesitamos que nos ayuden”, dice, conocedora de que la vida dentro del hogar no es fácil y que el dinero es imprescindible. Asunta Gutiérrez entró a trabajar en 1996 y ahora su rutina consiste en bañar a los pacientes y después barrer y trapear las instalaciones. Ella construyó una habitación con su sueldo en un terreno que dice que aún debe. Por el incumplimiento de su sueldo está atrasada con varias cuotas. Pero de lo que no se queja es de que el alimento no le falta. “Mal que mal aquí tenemos la comidita”, dice, pero no esconde que hay algunos funcionarios que están trabajando con desgano.

El director de Políticas Sociales de la Gobernación, Duberty Soleto, enterado del problema, dijo que se trata de un tema netamente laboral.

“La Gobernación le da Bs 1.197.000 al año. Lastimosamente la problemá- tica de discapacidad física y mental necesitan mucho más personal. Anteriormente había muchas donaciones y con lo que nosotros dábamos las cosas iban muy bien. La administración del hogar hizo contrataciones. Tiene una planilla demasiado alta. Aumento de sueldo cada año. En el tema de la alimentación, vestimenta, limpieza, no tiene problemas. Estamos buscando la mejor solución, pero cubrir una planilla extra de Bs 250.000 mensuales no podemos. Son cinco meses los que deben y tienen razón en hacer paros y bloqueos.

No pude cerrar un centro como el Hogar Teresa de los Andes. Las instituciones y autoridades tenemos que encontrar una solución”, dijo Soleto y adelantó que los administrativos del hogar están por vender un terreno privado que tienen para solucionar los meses que deben de sueldo. Es mediodía y en los pabellones del hogar, Paúl está comiendo, protegido por un abrigo que lo libra del surcito que llegó a la ciudad. Paúl tenía cuatro años cuando ingresó al hogar y el 22 de julio cumplirá 30 años de vida.

Llegó después de que unos vecinos denunciaron que estaba siendo maltratado en su propia casa. Paúl pinta cuadros y le encanta escuchar música. Es considerado como el DJ del Teresa de los Andes. Fátima es como la mamá del pabellón, los otros chicos la respetan por ser una de las más antiguas. Ingresó a los 15 años y ahora tiene 38. Tenía una hermana mayor que falleció en el hogar.

Las dos habían ingresado juntas. Fátima pinta en su habitación. El arte y la artesanía los motiva. Mónica, que tiene 41 años y borda chinelas, manillas y collares. Nicolás es deportista. En 1998 viajó a Irlanda para participar de las Olimpiadas de Atletismo. Corrió en 100 metros planos. “Sonó la pistola, y fuerte corrí, les gané a toditos. Me traje la medalla de oro, una amarilla, está guardadita en el gimnasio, está con mi foto”, cuenta, emocionado. Nicolás tiene 38 años de edad y una afectación al corazón le impide que siga compitiendo. Pero algunas tardes se pone su ropa deportiva y trota por los jardines del hogar.