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11 de septiembre de 2019, 4:00 AM
11 de septiembre de 2019, 4:00 AM

No es novedad que los efectos del fuego indiscriminado en la Chiquitania, el Chaco Boreal y otras regiones de Bolivia son más nocivos de lo que creemos. No solo el daño a la tierra, la fauna, la flora, al oxígeno, al agua, sino a otros componentes del medioambiente.

Se han quemado dos millones de hectáreas. Las sospechas de que alguna mano negra opera para sus propios y jugosos beneficios, tarde o temprano saldrán a la luz.

Rompe la paciencia la amenaza anunciada por un grupo de personajes en rechazo a la Ley de Declaratoria de Pausa Ambiental emitida por la Gobernación cruceña. Mientras tanto, nos ahogamos de impotencia ante tanta adversidad. La era de la extinción de incendios se está acabando y está empezando la era de la gestión del paisaje, eso dicen los que saben.

Romper aquí, romper allá. Parece una política tan sencilla como sistemática. Bienvenidos los arreglos y las mejoras siempre, pero si el perjuicio a la ciudadanía es mayor al bien que se intenta hacer, entonces el criterio de la buena intención no es efectivo.

Actualmente son al menos siete trabajos de mediana importancia los que obstaculizan vías importantes y un normal desarrollo del tránsito.

A diez días de Expocruz, por ejemplo, ¿será indispensable romper la rotonda y hacer obras con maquinaria pesada casi en las puertas del evento más masivo de esta capital, con el creciente movimiento que existe? Se desconocen las intenciones, pero se sabe que el perjuicio a la población es tan importante como desesperante.

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