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13 de junio de 2019, 4:00 AM
13 de junio de 2019, 4:00 AM

Y ahora resulta que cualquiera puede tener su estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood.

Para ello, empero, es preciso viajar hasta el mismísimo “Hollywood Walk Fame”, o a alguna de sus calles aledañas, para comprar, a precios no revelados, una baldosa de mármol negro conglomerado con cemento, a la que se coloca, calado y en latón, el nombre del o los homenajeados. Luego, la baldosa se coloca en una calle que imita al famoso paseo, en un espacio habilitado para ello, y empieza el show: fotos, videos, lágrimas de emoción y ¡zas!.. a las redes.

Es, desde luego, un juego como muchos de los que son vendidos a los turistas a lo largo del mundo. El problema es que no todos lo saben y se tragan la falacia. Para colmo, comparten las fotos y, repetición mediante, el fraude se convierte en noticia.

Fue así como, la semana pasada, circuló la noticia de que la Banda Intercontinental Poopó había obtenido su estrella en el Paseo de la Fama. Las fotos estaban en las redes y muchos, incluido el presidente de Bolivia, creyeron que era cierto. Si el director de la banda aclaraba el equívoco, la cosa se quedaba ahí, pero cuando fue contactado por la agencia oficial de noticias del Estado, no solo confirmó la concesión de la estrella sino que hasta dio detalles de un reconocimiento inexistente.

Mintió y, al hacerlo, puso en ridículo al país a través de su jefe de Estado. Solo cuando se dio cuenta de la magnitud de la mentira, el director confesó lo sucedido y pidió disculpas.

¿Anécdota? ¡Nones! Este ridículo episodio es solo una muestra del mundo en el que vivimos gracias a la extendida influencia de las redes sociales.

Internet no solo es un mundo sino un universo virtual, sin límites, en el que la mentira y la impostura han crecido a tal extremo que cada vez es más difícil distinguir lo cierto de lo falso.

Fotos trucadas y noticias falsas son parte de la cotidianidad de un mundo en el que la mayoría son buenas y hermosas personas. Buenas porque tienen una familia ejemplar, derrochan sentimientos nobles, son políticamente correctos y, gracias a los filtros, son hermosas porque sus fotos las muestran sin defectos físicos.

Se miente tanto y tan repetidamente que, dándole la razón a Goebbels, las mentiras se convierten en verdades que la gente reproduce y reproduce. Para colmo, hay redes que pagan por las reproducciones y eso da lugar a las cadenas que ahora aparecen hasta en la sopa.

Todas las libertades tienen límites y, mientras internet no las imponga, seguirá siendo no solo el universo de la mentira sino del caos y resquebrajamiento de nuestras sociedades.

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