Opinión

Una revuelta sin líderes ni programas

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22 de diciembre de 2018, 4:00 AM
22 de diciembre de 2018, 4:00 AM

A poco más de un año del inicio de su mandato, el presidente de Francia, Emmanuel Macron, se enfrenta a un periodo difícil de su gestión. Está forzado a dar respuestas razonables y apropiadas a las múltiples demandas de los ‘chalecos amarillos’. El que al principio fue un reclamo concreto frente al anuncio de un reajuste en el precio de los carburantes, se ha convertido en la que muchos consideran ‘una revuelta sin líderes, estructura ni programa’.

No pocos sienten la tentación de comparar la forma de protestar de los ‘chalecos amarillos’ con el “mayo del 68”. Sin negar cierta similitud -como su espontaneidad y falta de organización- existen diferencias. A diferencia del “mayo del 68”, el movimiento de los chalecos amarillos se extendió, casi automáticamente, a todo el país, consiguió el apoyo de un diverso tipo de grupos y personas e incluyó reclamos variados como la celebración de nuevas elecciones para la Asamblea Nacional y la renuncia del presidente de la República.

La primera respuesta de Emmanuel Macron fue dejar en suspenso el anunciado reajuste de precios de los carburantes. La siguiente se concentró en cuestiones de índole económica: incremento en 100 euros del salario básico y supresión de cargas impositivas al pago por horas extras de trabajo y por pensiones de jubilación. Voceros de los “chalecos amarillos” explicaron que estas medidas no eran totalmente satisfactorias. Se calcula que las medidas costarán al Estado 10.000 millones de euros anuales y se estima que elevarán el déficit fiscal al 3,5% del PIB.

Con todo, estas consecuencias económicas quedan opacadas por el proceso político ya abierto, también como respuesta a la revuelta, para adoptar un nuevo régimen de “referéndum de iniciativa ciudadana”, en reemplazo o complementario del actual régimen a propuesta del presidente de la república. A pesar de que se desconoce para qué materias sería aplicable el nuevo régimen, así como tampoco se sabe cuál sería su alcance – reforma constitucional, legislación, cambio de autoridades -, el primer ministro Édouard Philipe expresó que el gobierno está dispuesto a debatir sobre esta idea. “No veo – dijo – cómo se puede estar en contra de este principio”. Pero, al mismo tiempo, subrayó que sin dejar de ser un “buen instrumento en una democracia”, el referéndum no puede ser “sobre cualquier tema ni en cualquier condición”.

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