Opinión

Soyeros, arroceros y cocaleros

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10 de junio de 2019, 6:00 AM
10 de junio de 2019, 6:00 AM

La crisis de la soya acaba de comenzar en el país.

El último motor que quedaba encendido en la economía boliviana ha sido apagado por algún copiloto inexperto o por instrucciones de una política que apuesta por el desastre.

El Gobierno trata de controlar una rebelión, la de los soyeros, sin advertir que se trata de un problema muy grande, que fue creado por sus propios errores.

Todo estaba en marcha. El motor que mantiene andando a la economía, el agro cruceño, seguía funcionando después de que se había apagado la turbina del petróleo, del gas y de la minería, además de la industria textil.

Pero el Gobierno decidió, en 2008, ahogar al sector arrocero. Prohibió exportar arroz cuando había superávit del grano. Solo por molestar.

Mató a los productores de Beni, de Yapacaní y en San Pauma, no se sabe por qué razones. Tantos años después, Bolivia es importador de arroz, que llega de Brasil y Argentina.

Cuando el Gobierno autorizó las exportaciones de arroz, ya era tarde. Los soyeros de Yapacaní se habían pasado a la coca. Ahora se sabe que la tierra de Jacob Ostreicher fue rifada entre los masistas, que se pelean por asignarse los mayores grados de corrupción.

Algo parecido pasó con la soya. Se prohibió la exportación cuando había superávit. En el caso de la soya, según denuncia la periodista Amalia Pando (Brújula Digital), la movida de la soya tiene que ver con el interés de provocar que empresarios masistas se adueñen de la industria aceitera del país.

Esos empresarios han logrado, en combinación con las prohiciones de exportación, mantener como rehenes a los productores de soya. Esos productores son los únicos que pueden comprar el grano, cuya exportación está prohibida. Una encerrona perfecta.

Los obtusos gobernantes no se han enterado todavía de que la soya tiene que ver con la avicultura y la porcicultura, pero además tiene relación directa con la producción de maíz.

Para que la tierra cultivada con soya tenga un descanso, se la hace producir maíz. Es decir, que si no se produce soya no hay pollos, no hay cerdos y, además, no hay maíz.

¿Podrán entender esta realidad los dirigentes del partido de Gobierno? ¿O será demasiado compleja para que la entiendan?

Gobernar es más complicado que producir pasta, definitivamente.

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