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29 de enero de 2019, 4:00 AM
29 de enero de 2019, 4:00 AM

Es notorio y alarmante el hecho del recrudecimiento de los delitos contra la mujer, y la sociedad reclama por que se dicten más y más leyes que penalicen las agresiones violentas, pero con tibias respuestas de las autoridades, que en realidad hacen poco o casi nada al respecto.

Son muy pocos, por no decir inexistentes, los análisis de la verdadera raíz de esta situación, que es ni más ni menos la conducta, la actitud y el comportamiento de todos y cada uno de los ciudadanos, que podríamos decir que parece atávica la presencia de las actitudes misóginas de la sociedad en su conjunto.

La misoginia no es solo el odio a la mujer, se entiende como parte de este concepto la exclusión, el rechazo, el menoscabo de la sociedad con relación a las mujeres. Vivimos en una sociedad en la que los valores, en el sentido axiológico de la cualidad positiva y superior del ánimo y de la conducta, no solo han ido perdiendo su brillo en el tiempo, sino que directamente han desaparecido.

Todo se banaliza al extremo. Para una parte de la sociedad, las víctimas de violación grupal son las culpables de haber estado expuestas a esa situación y, para la otra, no existen respuestas claras y adecuadas a esa tergiversación moral de la realidad. Es preocupante este tipo de actitudes sin que exista un rechazo fuerte y formal, porque lamentablemente su periodicidad va moldeando conductas no en los valores positivos, sino todo lo contrario, en la simpleza, lo fútil y frívolo, creando estereotipos a los que no mella la violencia, la sangre y la muerte.

La misoginia presente en la sociedad boliviana no solo debe vérsela en las violaciones y la violencia doméstica, que del maltrato pasa al homicidio; también se presenta en las fuentes de trabajo con el acoso del jefe a las subalternas. Pasa también en la política, porque, salvo excepciones, la presencia femenina en las actividades políticas del país apenas cumple lo que la ley exige sobre porcentajes, cuando no debiera haber este tipo de leyes, ya que las mujeres son tanto iguales o en algunas situaciones mejores que los hombres.

Está comprobado que, al igual que la delincuencia, las actitudes misóginas de rechazo y disminución de la mujer como tal crecen en sociedades con poca educación, y verificamos con reiterada pena que una de las mayores falencias que tiene Bolivia es la educación en todos los niveles. Hay que preocuparse en educar a la población, la modificación de la conducta de las personas no es cuestión de leyes, pasa por educarlas y así, con muchas o pocas leyes, la conducta y el comportamiento social cambiarán.

Hay mucho trabajo que hacer, no podemos esperar la mano salvadora de gobierno alguno y la sociedad debe enfrentar en su conjunto esta situación para romperla y no permitir con su abulia que siga presente.

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