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9 de julio de 2018, 4:00 AM
9 de julio de 2018, 4:00 AM

Una premisa esencial de la propaganda es sintetizar las ideas en pocas palabras, en un proceso que culmina en una imagen o un símbolo capaz de representar de un solo vistazo todo el bagaje que le dio origen. Un caso de estudio es el ‘Bolivia dijo No’, que partió del resultado del referéndum del 21 de febrero de 2016. La expresión ha cundido en el país y hace poco llegó hasta Roma, en un recorrido cada vez más amplio aún está en desarrollo.  

No recuerdo en la Bolivia de las últimas décadas que un movimiento se hubiese extendido tanto en las alas de tres palabras, detrás de las cuales yace un movimiento opositor a las candidaturas presidenciales sine die. Algunos equivalentes recientes que alcanzaron toda la magnitud del fenómeno podrían encontrarse en la ‘Guerra del Agua’ o en la demanda por la apertura democrática de fines de la década de 1970. 

En Bolivia ocurre un típico fenómeno social con aristas políticas que crecen con dinamismo propio, sustentadas por ideas, deseos, aspiraciones y sentimientos de arraigo profundo. Las lecciones de sicología social enseñan que una vez desencadenado, rara vez desaparece antes de que el movimiento alcance sus metas.

De dónde parten las raíces de estos movimientos, es complejo precisarlo con exactitud. Pero se da con una cadena de hechos, sucesos, eventos, accidentes, sentimientos y frustraciones que los van conformando. Son como una marea, que puede comenzar con un oleaje suave para ir creciendo hasta convertirse en un tsunami. Sin duda, hechos remotos y recientes alimentan el caudal, que se retroalimenta constantemente. Es de suponer que las escuelas nacionales de comunicación están saturadas de iniciativas para estudiar y debatir el tema.

En el fenómeno boliviano actual no sería difícil detectar episodios de fuerte impacto, desde la paliza que recibieron cientos de campesinos del Tipnis, la masacre del hotel Las Américas y la justicia, hasta el imponente palacio de gobierno a ser inaugurado en semanas más. 

Movimientos así no encuentran antídotos con facilidad, salvo en otros equivalentes que reorienten la atención pública y conlleven mayor fuerza y emotividad. Es una competencia completamente desigual. Pocos dudarían que hay una distancia abismal entre los postulados del Bolivia dijo No y el Bolivia dijo Sí, que pretendería demostrar que las reelecciones continuas son benéficas para las sociedades. Se trata de un absurdo aún no demostrado empíricamente pues quienes lo intentaron fracasaron en el intento. Enfrentar esas corrientes de opinión suele ser contraproducente y equivale a entrar en arena movediza en la que todo movimiento contribuye a hundir más lo que se quiere salvar.

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