Opinión

Recomenzar lo que no comenzó

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8 de septiembre de 2019, 4:00 AM
8 de septiembre de 2019, 4:00 AM

El país está frente a la elección más importante desde el retorno a la democracia. Así lo debe ver la gente en el país.

En efecto, después del referéndum del 21 de febrero, de las elecciones judiciales y, por qué no, de las llamadas elecciones internas o primarias de los partidos políticos, el Movimiento Al Socialismo ha puesto en evidencia su declive y, probablemente, de no mediar un fraude de proporciones (confiar en el Tribunal Supremo Electoral es peligroso), el final de un ciclo que no significó otra cosa que una permanencia larga en el poder y, en ningún caso, un proceso como el del Movimiento Nacionalista Revolucionario. Aunque haya habido una apertura en materia social e indígena, no deja de ser eso: un largo tiempo.

Sería la temprana salida del aparato de apoyo ideológico, representado por el espacio indianista (expulsión, para ser más concretos), que hizo que se quede simplemente en una idea inconclusa y el indigenismo (que no es lo mismo que indianismo) formó parte del discurso ‘evista’ como una muletilla que, en los hechos, no se expresa en la presencia india en el poder real. Choquehuanca, Huanacuni y Pary son la expresión de lo que se dice: el decorado exterior, para que “quien pase los vea”, su peso específico es nulo, así se haya hecho ver a David Choquehuanca como un “pensador”.

En ese escenario, es decir en el post 21-F, siempre se planteó a los partidos, plataformas y activistas que sean capaces de encontrar una fórmula de “unidad posible”, lo que no significaba una montonera, habida cuenta lo que se juega en octubre; sin embargo, no hubo ni posibilidad ni unidad y, lo que es peor, parece que los que van a participar en las elecciones no solo no tenían idea de unirse, sino que no tienen la posibilidad de armar estructuras electorales, en forma y contenido; es decir, generar movilización y tener programas.

Tal cual, los partidos no encuentran la manera de generar una posibilidad política que vaya más allá de la calle, que les es ajena; parece que nunca entendieron el magro escenario que tiene el Gobierno que no logra articular una propuesta electoral, que no sea la realización de cientos de spots y páginas de periódicos en los que se habla de un presente que no existe; es decir, de un Estado que no existe, porque, así sean bien logrados, la gente los ve como “lo que pudo haber sido y no fue”, salvo algunas excepciones que no demuestran un país en buen estado.

El forzado “parate” de fines de agosto en algún momento debía terminar; los incendios generan un hecho político evidente; sobre todo, después de ver a los ministros correr detrás del fuego y no contra él, en una muestra de incapacidad operativa y publicitaria que no parece haber “calentado” (valga la palabra y la situación) a los candidatos opositores, quienes hasta el momento no atinan a generar debate sobre sus propuestas, crear su propio espacio político crítico y obligar a sus oponentes, el oficialismo y la oposición, a referirse a ellos y discutirlos. Parece que nadie, menos aún el Gobierno, atina a generar debate sobre su idea o visión de país y eso no le hace bien ni a la política ni a los votantes que se mantienen en la idea de “votar por el menos malo”, por “cualquiera que no sea el presidente”, mientras el número de indecisos, “otros” y blanco/nulo” se mantienen en ese 23 o 24 por ciento, mostrando con ello que la oposición es el lugar donde deben ir esos votos, si acaso se es capaz de conmover a tan alto número de “electores”.

En ese escenario y prácticamente a 40 días de las elecciones, este recomenzar lo que no comenzó aún, parece ser una pesada carga para las tres primeras candidaturas. Y la ausencia de ideas se nota. Es urgente que generen contenidos, temas de debate, que se pongan en consonancia con la expectativa de la gente que espera que esto tenga alguna certidumbre de cambio. ¿Están a tiempo? Creo que sí, que es posible. La pregunta que viene es clara: ¿podrán?

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