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15 de enero de 2019, 4:00 AM
15 de enero de 2019, 4:00 AM

Jair Messias Bolsonaro no se anda con pequeñeces: ha desatado el infierno en pocas horas después de su nombramiento. Todos los prejuicios sexistas, racistas e ideológicos han regresado.

A la estupidez de que “las niñas, de rosa” y “los varoncitos, de azul” se sumó el gran negocio de la entrega de la Amazonia a la voracidad de empresarios privados; en fin, los ejemplos son muchos. Y en medio de tanta imbecilidad brilla con luz propia Rodrigo Amorim, diputado bolsonarista, que ha señalado: “Los que quieran a los indios, que se vayan a Bolivia”.

Si fuera solo él, vaya y pase, pero hay un grupo social que cree que los indígenas son seres inferiores y sus culturas, también. Y esa es una grave ignorancia histórica. Mencionemos algunos ejemplos:

La construcción de grandes infraestructuras como Tiwanaku, las pirámides mayas y los templos aztecas lo testimonian.

La domesticación de la quinua (que salvará al mundo del hambre), de la papa (que salvó a Europa del hambre en el siglo XIX) y de los camélidos hace 5.000 años fue un impresionante avance posible por los agrónomos quechuas y aimaras que desarrollaron importantes universidades para mejorar genéticamente los cultivos. Hoy sabemos que Machu Picchu era un gran laboratorio.

En el campo de la medicina, la universidad andina estaba en Charazani (La Paz) un espacio donde los yatiris trabajaron por centenares de años en el uso de plantas medicinales.

Pero las contribuciones a las ciencias y a la tecnología no solo se restringen al área andina. En la Amazonia boliviana, antes de la llegada de los europeos, vivían millones de seres humanos en varias naciones. Ellos desarrollaron los camellones cuyos restos todavía pueden verse desde el aire cuando uno sobrevuela Beni.

Los camellones eran inmensas plataformas de tierra construidas para aprovechar la crecida anual de los ríos y lograr que se fecunde la tierra con el abono que traían las aguas. Eso sirvió para alimentar a grandes conglomerados de hombres y mujeres.

Fue un norteamericano, Kenneth Lee, quien descubrió los camellones y desde entonces se los estudia en varias universidades.

Los amazónicos también descubrieron las propiedades medicinales de muchas de las plantas de la zona; por ejemplo, la sangre de drago.

Si a ello aumentamos las contribuciones en la música y en la danza, veremos que las culturas indígenas eran complejas y con importantes avances en la construcción de imaginarios y en la ciencia.

Es tonto, para decir lo menos, pretender que haya culturas y razas inferiores o superiores. Hay diferencias y eso enriquece a todo el planeta. Lo inteligente es conocer, admirar y tomar lo bueno de cada civilización.

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