Opinión

¿Por qué mintieron sobre el mar?

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29 de noviembre de 2018, 4:00 AM
29 de noviembre de 2018, 4:00 AM

Antes de que pase al olvido el juicio que nos devolvería el mar, debiéramos preguntarnos por qué nos mintieron. Si encontráramos la respuesta, pudiera ser que descubramos también la razón por la que alguno de ellos no puede hablar de otra manera. En buena parte, parece que nos mintieron porque como niños sueñan sin distinguir entre la realidad y su imaginación. En parte también, porque viven en una suerte de coqueteo con la población y en el coqueteo se aparenta más de lo que se es. Es necesidad de conquistarnos en una campaña electoral permanente. Muestran ostentosos su musculatura, su inteligencia, su belleza, su ingenio. Cuando sienten que los vemos, hinchan el pecho, inflan sus logros. Engolan la voz cuando saben que los escuchamos.

Un día tuvieron un arranque de mal humor, de rabieta, de empute, y partieron furiosos en búsqueda del juez mundial, hasta que lo encontraron. Antes de entrar, se anotaron lo que le dirían. Habían pasado sus buenas horas y ya estaban más calmados. Pero eran tanto el griterío y los aplausos que se animaron a mantener la rabieta y la decisión. Creyeron que habían encontrado el secreto para que los adoráramos. Entregaron nomás su demanda y volvieron felices.

Recordando su hazaña se sentían más importantes, orgullosos de lo que fueron capaces. Iban sobre seguro. La idea era genial. Todo estaba perfecto. Nuestros abogados, los mejores. El apoyo de la gente, total, completo. Todo el país estaba maravillado con ellos. El equipo, el mejor del mundo. El planteamiento, a nadie se le había ocurrido una idea tan luminosa. Chile no tiene argumentos. No saben qué decir. Tambalean. Están atolondrados. No se han dado cuenta de la gravedad de nuestro ataque y no tienen ni siquiera un buen abogado que les eche una mano.

Llevábamos así cinco años de ilusión. Cinco años de insolencia con Chile. Cinco años de viajes a la carrera por todo el mundo, de gastar con razón y sin razón en lo que fuera. Cinco años de triunfadores que necesitan mostrar al universo su conquista. No sabían si pavimentar carreteras con su bandera azul o si hacerse el monumento más grande de la historia. Cinco años de jugar con nuestros sentimientos patrióticos sin que nos diéramos cuenta. Cinco años ensimismados en su mentira, convenciéndose a sí mismos de que ellos eran el único acierto.

¿Y la mentira? Su mismo planteamiento era mentira, porque las ilusiones nunca dan derechos. No pidieron la devolución del mar, pero estaban seguros de que los jueces, conmovidos por nuestro dolor, ordenarían la inmediata devolución de lo arrebatado. Las ilusiones no son un adelanto del futuro, ni se convierten mágicamente en realidad. No son un paso hacia ninguna parte, ni pasadizo secreto hacia el mar. Mintieron en el proceso que nos mostraban, que no era una marcha imparable, no era arrolladora. Tampoco iba en dirección al soñado océano Pacífico. Mintieron en el parte diario que mandaban de sus logros, eran autoalabanzas. Mintieron en el cuadro que nos pintaban del oponente y en la imagen que nos dieron de los jueces, porque ni uno ni los otros eran bobos. Mintieron sobre la genialidad de su equipo. Mintieron hasta sobre lo que habían pagado por cada trago que invitaron en la inmensa fiesta. Al final mienten sobre el fallo, que no ordena a nadie que dialogue.

Sospechaban que algo era falso, pero se convencían a sí mismos de que no importaba, porque ellos se sienten la pura verdad. Cuando asomaba la duda, bueno, qué importa, si al fin y al cabo todo esto es parte de los doce años pensados y vividos en un mundo de ilusiones.

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