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23 de mayo de 2019, 4:00 AM
23 de mayo de 2019, 4:00 AM

Tanta ropa se ha rasgado por las opiniones de Luis Almagro que las metafóricas calles de la política nacional deberían estar cubiertas por los trapos y nuestros políticos apenas podrían caminar por ellas. Pero no… estos son tan cuerudos que pasan por encima de cualquier cosa.

Y es que la actitud del secretario general de la OEA es la de cualquier político promedio: acomodaticio y en función al dinero que pueda cobrar. ¿Por qué entonces nos sorprende que un día diga una cosa y al otro diga algo opuesto?

En más de 30 años de periodismo solo he visto políticos ambiciosos y con hambre de poder. Por eso sé que la división entre izquierda y derecha -o de cualquier otro enfoque o color- es artificial. Ellos están divididos entre oficialistas y opositores.

Mientras están en la oposición, los políticos atacan a los oficialistas, denuncian sus errores y los cuestionan permanentemente. Su objetivo es erosionar al Gobierno para reemplazarle. Una vez que llegan al poder, se esfuerzan en permanecer el mayor tiempo posible.

Un claro ejemplo es el MAS. Mientras estuvo en la oposición, fue defensor de los derechos humanos y de la democracia. Ahora que está en el poder no quiere dejarlo e inventa triquiñuelas para convencernos de que la repostulación del presidente es legal.

Los políticos no dicen la verdad, sino lo que la gente quiere escuchar. En el caso de Almagro, cuando estuvo en Bolivia endulzó los oídos de su anfitrión y solo Dios sabe a cambio de qué.

No conocemos cómo actúan porque la mayoría de sus actos son subterráneos. Por eso detestan a la prensa, porque puede revelar sus movidas secretas. El interés supremo del político es el poder que está directamente vinculado al dinero. No les motiva el sueldo porque éste es controlado. El miércoles recordamos los 18 años de aquel intento grosero de los parlamentarios que aprobaron el pago de un sueldo vitalicio para cada uno de ellos cuando se retiraran. La prensa lo informó, el pueblo lo rechazó y tuvieron que retroceder.

Por eso, los políticos encontraron otra forma de enriquecerse: los sobornos. Cobran dinero a cambio de favores, ya sea ayudando a que ciertas empresas se adjudiquen obras públicas o hablando a favor de gobernantes que no quieren dejar el poder.

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