Opinión

Malos augurios

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6 de enero de 2019, 4:00 AM
6 de enero de 2019, 4:00 AM

Cuando el Gobierno inventó en 2006 el famoso Bolivia cambia, Evo cumple, muchos le creyeron el cuento de que era un “programa de apoyo económico para la ejecución de iniciativas de desarrollo económico y social”. A 13 años del invento, queda claro que no funcionó así. Las denuncias de corrupción, surgidas desde la oposición e incluso desde el oficialismo, obligaron a despertar a gran parte de esos ilusos, a los que no les quedó otro camino que el de confrontarse con la realidad: el invento, puesto en marcha con dinero del Gobierno venezolano y contribuciones del régimen chino, era parte de la estrategia de poder diseñada con anticipación por el MAS, con la innegable ayuda del régimen cubano. Del nombre queda no solo la pésima imagen de corrupción. Queda también el gran peso de una etiqueta que anunciaba con eufemismo el verdadero propósito de sus inventores: Evo cumple la amenaza reiterada hasta el cansancio de “gobernar por 500 años”, para que Bolivia cambie de sistema democrático a régimen totalitario. Todo lo actuado desde 2006, cuando el MAS asumió por primera vez el mando del país, ha apuntado de manera sistemática a ese objetivo de poder absoluto y sin fecha de vencimiento. Ha contado para ello no solo con los más de 500 millones de dólares que, según informes oficiales, manejó en los primeros cinco años del Bolivia cambia, Evo cumple. Hay más miles de millones de dólares concentrados en manos de la cúpula masista para financiar su estrategia.

Por eso no extraña que el presidente del Tribunal Supremo de Justicia aluda al invento, en señal de consentimiento con lo que este representa. Los millones manejados por el Bolivia cambia… ayudaron al Gobierno a comprar mucho más que favores políticos: le dio vía libre para hacerse del alma de tantos otros que fungen como representantes de la sociedad civil, embargando sus voces y voluntades. Ahora le toca al TSJ, parece creer su titular. Y para el logro de su anhelo, ha hecho cuestión de anticipar obediencia a “determinados proyectos y avances” que, a buen entendedor, aluden sin duda a los que impulsa la cúpula del MAS. El más importante para esta, la habilitación de Morales para reelegirse sin límite alguno. El presidente del TSJ no ha escatimado esfuerzos para congraciarse con Morales aun más de lo ya logrado cuando fue elegido candidato a las elecciones judiciales y, luego, cabeza del Tribunal de Justicia. Conocedor de los afectos y desafectos que anidan en sus pechos Morales y compañía, decidió arremeter con todo en contra de periodistas, de medios de comunicación e incluso en contra de la libertad de prensa. A los primeros los ha calificado de “activistas en contra de determinados proyectos y avances”, además de acusarlos de difamadores, tergiversadores y manipuladores de la información. Y no ahorró absurdos como el de que aquí “no hay retardación de justicia”, sino “solo un prejuicio burgués”.

Ni la población civil se libró de los furibundos ataques del titular del TSJ. Fue acusada por él de tener “una mentalidad altoperuana”, porque recurre a los litigios pidiendo justicia. Es posible que en su menú discursivo hubiera más ataques contra todo y todos los que le hacen frente al Gobierno, pero parece que no le dio el tiempo para agotarlos en apenas un acto formal, de los muchos que tendrá que presidir en 2019. Habrá que estar preparados para los ataques venideros desde una trinchera hecha para administrar justicia, pero que ahora queda más claro que nunca servirá para lo contrario. Y esto es muy grave. No se trata de un funcionario público cualquiera. Se trata nada menos de la máxima autoridad del principal órgano de justicia. Insisto en que no me sorprende en absoluto la actuación del presidente del TSJ, como tampoco me sorprenden las actuaciones de los encargados de los otros poderes del Estado, ni las de otros funcionarios a cargo de instituciones vitales para la vigencia plena o no del Estado de derecho, como el Tribunal Electoral, la Policía, el Defensor del Pueblo, la Contraloría, la ASFI y otras más. Todas ellas están alineadas y sometidas al interés principal de Morales y su cúpula, de poder absoluto. Lo que sí me sorprende y hasta me asusta es ver cómo la oposición sigue jugando el juego del oficialismo. Mal augurio para 2019.

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