Opinión

Lecciones de una revolución fallida

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5 de febrero de 2019, 4:00 AM
5 de febrero de 2019, 4:00 AM

A estas alturas ya nadie duda de que lo de Venezuela, desde Chávez a Maduro, fue un intento fallido. Tampoco importa si el colapso del bullanguero socialismo del siglo XXI terminó como terminó por la corrupción, la prepotencia, el pisoteo de las leyes y la soberbia de sus caudillos; lo cierto es que en todos los países en que se hizo el intento resultó ser un fracaso de magnitudes epocales.

Una síntesis del proceso venezolano dejaría ver que, en determinados momentos, las dictaduras modernas deben lidiar con formas nada clásicas de resistencia política. Bajo estas nuevas modalidades de enfrentamiento todas las acciones giran en torno a una opción pacífica, un liderazgo legítimo, un discurso claro y conciso, una amplia participación social y una propuesta reconstructiva que sustituye un ‘programa ideológico’ y una incondicional participación ciudadana. El pueblo venezolano nos enseña que toda forma de resistencia requiere de una estructura de acción política unificada. En el caso venezolano esa estructura la conformó el Congreso en manos de la oposición, Congreso que solo fue posible cuando los diferentes partidos y grupos de oposición decidieron (finalmente) crear una ‘mesa de unidad’. También deja ver que el apoyo internacional es útil, particularmente porque desdibujan la imagen del ‘enemigo interno’ y porque los dictadores tienen que enfrentarse en ese caso a fuerzas que no pueden controlar ni reprimir. Maduro ha puesto en evidencia que la variable central anida en las FFAA. Cuando las FFAA hacen parte de un poder corrupto y prebendal, su sometimiento al dictador es proporcional al tamaño de la crisis: cuanto más difícil se pone la situación para el tirano, más leales se muestran, a lo que se añade que cuando las dictaduras van camino a su caída, la sed de venganza del pueblo se multiplica exponencialmente, complicando los procesos de transición. Otra lección importante aconseja considerar que los liderazgos políticos que resisten regímenes autoritarios requieren un amplio margen de movilidad. Si un líder es neutralizado, el siguiente toma la posta sin fracturar la estrategia de resistencia, lo que supone una cuota de renunciamiento político partidario y personal muy alto, y una vocación democrática a prueba de fuego.

Estas lecciones pueden ser muy útiles en la medida en que son el producto de modelos de sometimiento autoritario muy similares al nacional y, además, de la reacción de pueblos que ya decidieron ponerle coto a la orgía populista.

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