Opinión

Las crisis internacionales en Bolivia (I)

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9 de septiembre de 2019, 4:00 AM
9 de septiembre de 2019, 4:00 AM

Cuando un país tiene por filosofía económica “exportar o morir”, sus ingresos y actividades económicas tienen una relación directa con las crisis y bonanzas internacionales; es decir que, si los precios o las cantidades se elevan a nivel internacional, habrá más divisas en el mercado interno y la actividad económica se dinamizará, los exportadores contratarán más personal (teóricamente) y requerirán más insumos de otros sectores para elevar su producción, generando mayor pago de impuestos y tasas aduaneras, con lo cual las arcas del Estado aumentarán.

Cuando la economía internacional entra en crisis el efecto es contrario; despiden obreros, los cuales bajan sus pretensiones salariales para acceder a un trabajo y generar algo de ingresos, oportunidad para que la mayoría de los empresarios reduzcan salarios y sobre todo beneficios laborales; paralelamente, el Estado devalúa la moneda nacional para que los exportadores abaraten sus costos y hacer más competitivas sus exportaciones, estas devaluaciones generan un incremento de precios del mercado interno, generando la correspondiente inflación, que ocasiona que el mercado interno quede “relativamente” desabastecido, ya que lo “importante y primordial” es exportar. En este contexto, el mercado local simplemente se convierte en proveedor de mano de obra barata quedando como una opción la migración a países vecinos.

Cuando la filosofía económica cambia a “primero el mercado nacional”, para luego exportar, ocasiona un abastecimiento del mercado interno, lo cual podría resultar negativo si no se incrementaba el poder adquisitivo de los bolivianos. En ese sentido, el salario mínimo nacional fue en constante ascenso (de Bs 480 en 2005 a Bs 2.122 en 2019), esto garantiza que los productores vendan a un precio justo (casi similar a los precios internacionales), paralelamente, a fomentar el mercado interno con el fortalecimiento del boliviano, el dólar pasa a un segundo plano, tanto en su demanda como en su oferta, por lo cual el tipo de cambio queda prácticamente inamovible, la inflación es mínima, ya que los mercados abastecidos ocasionan que los precios se mantengan o, en algunos, casos rebajen.

Al incrementarse nuestros ingresos, pasamos de ser mano de obra barata a ser consumidores “potencialmente” importantes, un claro ejemplo es el aumento en la facturación de supermercados y restaurantes, que solo en la gestión 2018 alcanzó un equivalente de $us 1.322 millones (en la gestión 2006 esta facturación llegó a $us 203 millones). Este efecto no solo muestra el incremento de nuestros ingresos y del poder adquisitivo, sino que al tener empleos estables debemos presentar facturas a nuestros empleadores (RC IVA).

Pero no solo nos transformamos en consumidores de alimentos y enseres, sino también en consumidores financieros. Por el lado de los ahorros, los depósitos en 2005 alcanzaban a un equivalente de $us 3.550 millones y para 2018 incrementaron a $us 26.567 millones, de los cuales el 88% está en moneda nacional y el restante 12% en moneda extranjera. Asimismo, por el lado del crédito, tenemos que en la gestión 2005 los préstamos alcanzaban a $us 3.360 millones (con una mora del 10,1%) y en 2018 llegaron a $us 23.756 millones, de los cuales el 98% está en moneda nacional registrando una mora del 1,8% (la más baja de Sudamérica).

Por esta razón, la economía nacional es menos afectada por las crisis internacionales.

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