Opinión

La última amenaza a nuestra libertad

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31 de agosto de 2019, 4:00 AM
31 de agosto de 2019, 4:00 AM

No se trata de que después de esta ya no surgirán nuevas amenazas a nuestra libertad. Se trata de que, por el momento, es la última que vislumbran algunos observadores de la realidad social en la cual nos toca vivir. El “relato liberal” – según la denominación empleada por Yuval Noah Harari – postula la libertad individual como un derecho y un valor primordiales.

En otros términos, los liberales sostienen que “la autoridad polí- tica procede de los sentimientos, las opciones y el libre albedrío de los votantes individuales”.

En algún momento, en el Siglo XIX, se pensó que los votantes son racionales y se guían, al optar por uno u otro camino, uno u otro candidato, por diversos criterios a los que han llegado gracias a un correcto razonamiento sobre los diversos elementos y cuestiones puestas en juego. Por ello, sería más apropiado preguntar a los electores en un referéndum o un plebiscito “qué piensan” y no “qué opinan”.

Sin embargo, en la práctica las más de las veces se usan preguntas que denotan esto último. Es que, a medida que se explora en mayor profundidad la naturaleza humana y, sobre todo, la forma en que decidimos, se llega a la conclusión de que los hombres, en muchas circunstancias, no somos tan racionales como parecería.

“Los referéndums y las elecciones –dice Harari– tienen siempre que ver con los sentimientos humanos, no con la racionalidad humana”. O, dicho de otra manera, “para lo bueno y para lo malo, las elecciones y los referéndums no tratan de lo que pensamos. Tratan de lo que sentimos”.

La expresión de estos sentimientos es la forma más genuina de ejercitar nuestro “libre albedrío” o, más propiamente, nuestra libertad. Sin embargo, como subraya Harari, esta “confianza en el corazón” puede ser el talón de Aquiles de la democracia. Ya existen algunos sujetos con suficiente capacidad tecnológica como para acceder a ese corazón y manipularlo y transformar la política en un “espectáculo de títeres emocional”.

Gracias a los hallazgos de la biotecnología y la infotecnología, se ha determinado, con bastante aproximación, que los “sentimientos no están basados en la intuición, la inspiración o la liberad”, sino que están basados en el “cálculo”.

Así, por ejemplo, cuando surge una amenaza – que provoca miedo- millones de neuronas calculan en el cerebro los datos relevantes y concluyen que la probabilidad de muerte puede ser elevada. Se trata de algo así como de “algoritmos bioquímicos” que, asimismo, manejan sentimientos como “la indignación, el remordimiento o el perdón”.

Si esta es, en efecto, la naturaleza de nuestros sentimientos, su expresión ya no es la manifestación de nuestro “libre albedrío” sino de los resultados de un simple “cálculo”.

En principio, este está a cargo de nuestros “algoritmos biológicos”, pero por efecto de las revoluciones tecnológicas es factible que estén a cargo de algoritmos de macrodatos manejados por inteligencia artificial. De ser así, muchas decisiones que nos abruman, como qué carrera estudiar, con quién formar pareja o por quién votar, podrían ser trasladadas a estos algoritmos.

Tal vez en ese momento descubramos también que nuestra tan valorada libertad individual no es sino una ilusión.

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