Opinión

La senadora que no aguanta la crítica

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27 de junio de 2019, 4:00 AM
27 de junio de 2019, 4:00 AM

Una senadora beniana acaba de mostrar al mundo el auténtico semblante del MAS y de su Gobierno. Acaba de ordenar a los tribunales que golpeen a la prensa y a los periodistas. No callan y molestan. Critican y denuncian lo que la senadora quiere escondido en el secreto. No se han hecho a la idea de que ahora la verdad y las leyes tienen dueño. No hay otra solución que callarlos a la mala. Para eso tenemos jueces que son látigo de los disidentes, de los opositores, de los rebeldes. Para eso está la mayoría absoluta. Para eso está el poder sin límite.

Hay que recordar a doña María y a los representantes del Gobierno que, en un país de 11 millones de habitantes, pudieran haber 11 millones de opiniones diferentes, todas respetables. Cada uno de los ciudadanos tenemos derecho a pensar a nuestra manera. Tenemos derecho a decir lo que pensamos, a quejarnos de lo que nos disgusta o aplaudir lo que nos parece bien. Tenemos derecho a escribir nuestra propia versión de la historia. Los gobernantes pueden tener mayoría, pero, aunque hubiera un solo disconforme, tiene absoluto derecho a disentir en lo que le parezca. Los gobernantes nunca tendrán autoridad sobre nuestras ideas ni sobre nuestras libertades. Guste o no, tenemos derecho y obligación de entender personalmente la realidad y contar al mundo nuestra visión. La obligación de los gobernantes es escucharnos, respetarnos y darnos explicaciones.

El poder que enorgullece a los gobernantes no es de ellos, es delegado por el pueblo. Absolutamente todos están sometidos al juicio del pueblo que les encomienda el poder. Más aún. Por el hecho de estar encaramados en las alturas del poder, hasta su vida privada está expuesta al juicio público. No es porque los opositores sean perfectos o ecuánimes. No. Los gobernantes de todos los niveles se deben al juicio de la población, incluso de los que pudieran tener una visión parcial de la realidad y de los que podemos estar equivocados. Pueden inventarse la argucia del bullying. No importa. Tenemos derecho irrestricto a decir y publicar nuestro parecer sobre lo que hacen, sobre lo que no hacen y sobre lo que son.

Si no les gusta, que se vayan. Así de claro. Si juegan a la política, no les queda otra que aceptar las reglas del juego. Si aceptan las reverencias y las jugosas dietas, las críticas y la disidencia vienen en el mismo paquete. Es muy cómodo pedir impunidad para el mal gobierno. Hacen lo que les da la real gana. Abusan del poder cuanto se les antoja. Dilapidan los recursos y las esperanzas del país. Mienten y manipulan sin límite y quieren que callemos. A nosotros, el derecho que nos queda, y al que no renunciaremos, es el derecho a decirles “no” todas las veces que haga falta. La que nos quiere callados, quiere esclavitud y estupidez.

Y un detalle más para la senadora y sus compañeros. El aprecio y la aprobación no vienen por orden judicial, ni por decreto presidencial. No se compran como los votos de Riberalta. No se consiguen con golpe de Estado, ni a látigo. El aprecio y la aprobación de la población y de los periodistas se conquistan con actitud de servicio, con verdad, con honestidad, con coherencia, con inteligencia, con transparencia, con humildad, con respeto.