Opinión

La izquierda que se va

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15 de octubre de 2018, 4:00 AM
15 de octubre de 2018, 4:00 AM

El fracaso de la izquierda, ahora visible en Brasil, está por cubrir todo el espectro político continental. No se veía un viraje así desde la década de los 60 y 70, cuando solo Colombia, Venezuela y Costa Rica eran faros solitarios bajo el manto oscurantista que cubría la región. Los años de 1980 vieron reflorecer los intentos democráticos, pero solo como un interludio, pues muchos no asimilaron el precepto indispensable de los estados modernos: honestidad y probidad.

Ningún ejemplo tan ilustrativo como Brasil, el vecino gigante que ahora, escarmentado por casi tres lustros de populismo bajo el Partido de los Trabajadores y marasmo bajo el gobierno saliente de Michel Temer, luce dispuesto a otorgar el mando al derechista Jair Bolsonaro. Cuál será el grado de la inflexión brasileña que podrá ser visto rápidamente.

Conocido como ‘el Trump brasileño’, Bolsonaro tendrá entre sus prioridades recuperar a Petrobrás, la nave líder que hizo a los brasileños soñar con un país moderno en todas sus latitudes. No va a ser fácil. De figurar entre las cinco mayores corporaciones petroleras del mundo, Petrobrás se hundió en un mar de escándalos cuando el Gobierno creyó, como el chavismo-madurismo en Venezuela años antes, que la empresa petrolera era del partido.

Parecería que las izquierdas en el continente llegaron al poder ávidas de enriquecerse individualmente más que de acometer verdaderas reformas que afirmen procesos que beneficien a las mayorías que aseguran defender. El caso de Fondioc, en Bolivia, es emblemático. En aras de fomentar el progreso en las comunidades rurales, fue la caja chica para estafas y pésima administración. Como a los ejecutivos no les afectaba -más bien les llenaba- los bolsillos, gastaron más de cien millones de dólares, una suma que muchos de los que serían beneficiarios ni llegan a comprender.

El elector reconoce a los administradores corruptos con rapidez. En Brasil, la elección del domingo antepasado echó del poder a connotados políticos de la izquierda y derecha tradicionales, en gran parte barrida de cargos públicos. El punto más destacado es la derrota en todas las líneas de la expresidenta Dilma Rousseff, en el estado industrial de Minas Geráis. No es menos importante la capitulación política de la familia Sarney, que perdió relevancia en el estado de Marañao.

El oleaje es fuerte y podrá consolidarse a fines de mes. Es tan grande la ventaja de Bolsonaro sobre su rival Fernando Haddad, del PT, que pocos le auguran esperanzas. El continente va en dirección contraria a la que hasta hace poco prevaleció. Cuánto más durará la inflexión, es difícil saberlo. Lo que se ve es una corriente sin retorno por mucho tiempo.

Más al norte, Andrés Manuel López Obrador luce como contrapeso solitario. Enfrascado en las disputas con Donald Trump, tendrá poco tiempo para los vecinos mexicanos del sur.

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