Opinión

La frontera verde

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26 de febrero de 2019, 4:00 AM
26 de febrero de 2019, 4:00 AM

Recientemente un conocido empresario agroindustrial cruceño advirtió que no habría de preocuparse con la ampliación de la frontera agrícola; expresión seguramente relacionada al cultivo de la caña de azúcar para la producción de etanol, que no es otra cosa que un alcohol deshidratado, (es que etanol suena mejor que alcohol para el lego).

La frontera agrícola se define como el límite que divide, define, limita la superficie de tierra dedicada a los cultivos o la crianza de animales y de ambiente que aún se mantiene como área natural intacta.

La falta de números y estadísticas serias y confiables en el país dificulta el análisis, el estudio y la planificación de proyectos en actividades de desarrollo sustentable, incluyente y con equidad. Por un lado, manejamos el dato de que en Bolivia al 2015 quedaban 52 millones de ha de bosques, de las cuales 47 millones se encuentran en las tierras bajas y Yungas y de estas 15,6 millones estuvieron o están bajo uso agropecuario, este número incluye los chaqueados, barbechos abandonados, suelos deteriorados y erosionados y áreas de pasturas naturales.

Otros datos nos indican que en Bolivia se cultivan 3,68 millones de ha y que se pretende llegar a las 5.600.000 ha. Los ‘expertos’ ambientalistas y ecologistas suponen, deducen y concluyen que ampliar la frontera agrícola sería una deforestación sin precedentes en suelos que no son aptos para el cultivo de la caña y que la Amazonia y Chiquitania están en riesgo con el plan etanol. Otros opinan que ampliar la superficie cultivada sería muy grave porque la caña es un cultivo “muy exigente” (?). El alcohol o etanol no es más que 2 átomos de carbón, 6 átomos de hidrógeno y 1 átomo de oxígeno (C2 H6 O). Sintetizado gracias a la energía del sol y al milagro de la naturaleza: la fotosíntesis, estos elementos provienen del aire que respiramos incluyendo el nitrógeno concentrado y sintetizado en la urea; los otros elementos que son necesarios para el desarrollo de la mayoría de los cultivos se obtienen del suelo y se devuelven al mismo en sistemas agrícolas eficientes sostenibles.

Los rendimientos agropecuarios (producción vegetal y animal) de Bolivia son los más bajos de la región, aunque agricultores que desarrollan una agricultura profesional integrada, aplicando las estrategias naturales, físicas, biológicas, genéticas y químicas obtienen rendimientos medios iguales e incluso superiores a los países vecinos. En base a esos conocimientos y experiencias comparativas, solo se debería ampliar la superficie cultivada en los millones de hectáreas ya intervenidas y abandonadas por la agricultura migratoria, por los agricultores nómadas y ocasionales, en las tierras descuidadas por los agropecuarios que tienen problemas con la higiene de su plata, etc.

El crecimiento del área dedicada a la agropecuaria no necesariamente significa desarrollo agropecuario.

En los últimos años se ampliaron superficies para diferentes sectores agropecuarios, sin embargo seguimos con los rendimientos más bajos tanto en la producción vegetal como la animal de toda la subregión. El desarrollo agropecuario es el incremento en la producción y productividad de una región o de un país, generado por un proceso de cambios sostenidos en las actitudes, experiencias, conocimientos, prácticas, destrezas y coraje de los agricultores y de todas las personas que integran la cadena productiva agropecuaria. En este sentido, con buenas prácticas agrícolas y un programa de fertilización racional en base a la urea, correctamente aplicada, es posible aumentar los rendimientos en forma muy importante.

El desarrollo agrícola es parte integral del desarrollo económico y social del país. No es el resultado del trabajo de los agricultores solamente, sino el producto de la conjunción de actividades tanto de productores, profesionales, industriales, legisladores, proveedores, comercializadores, y de todas las personas que integran y entienden el proceso. En este sentido es por lo menos deseable que en las conversaciones entre políticos y empresarios a llevarse a cabo próximamente, el sentido común y el verde de la naturaleza estén por encima del verde del dólar.

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