Opinión

La familia Rivero Jordán

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11 de febrero de 2019, 4:00 AM
11 de febrero de 2019, 4:00 AM

Su voz de matriarca sabia sonó como una música suave en el salón de la Dirección del diario EL DEBER. Doña Rosa Jordán hablaba con el corazón en la mano y yo la escuchaba con el asombro de quien está frente a la mujer más importante del periodismo boliviano. Ella estaba radiante por el segundo Premio Rey de España que acabamos de ganar por un reportaje que me llevó a conocer las miserias más grandes que practica en este mundo un grupo de humanos, cuyas manos asesinas están arrancándoles los colmillos y la vida entera a los jaguares que todos los días se enfrentan a los golpes de las balas que los dejan tendidos con una mancha roja en el pecho.

La señora Rosa sacaba de su boca palabras que resaltaban el trabajo que vengo realizando en esta catedral del periodismo latinoamericano y que ahora, tras una nueva corona conseguida, la gran obra que dejó su esposo, don Pedro Rivero Mercado, palpita más que nunca con ese destello que él supo encender con sus propias manos, para iluminar a todo un pueblo que lo reconoce en las páginas que cada día salen a las calles con las últimas noticias y con historias que no morirán nunca.

Las palabras de la señora Rosa y la presencia de sus hijos Pedro, Sonia, Juan Carlos y Rosario eran en sí otro premio que ellos -sin saberlo- me hacían acreedor porque la familia Rivero Jordán representa el mejor periodismo que se practica en Bolivia y más allá de las américas. Cuando habla la señora Rosa también habla a través de ella don Pedro y hablan las luchas de un matrimonio que con todos sus hijos han librado y labrado contra viento y marea bajo el escudo protector del trabajo arduo, la honestidad como bandera, la verdad irrefutable y el compromiso de informar con equilibrio, pluralidad, imparcialidad y, por sobre todas las cosas, con una pasión desbordante por este que es – comprobado está – el mejor oficio del mundo.

La familia Rivero Jordán se reunió el pasado martes para agradecerme y compartir este momento de regocijo para EL DEBER y el periodismo boliviano, por conseguir el segundo Premio Rey de España concedido por la agencia EFE y la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (Aecid). Y ahí, arropado por ellos, sentía que el agradecido era yo. Esa mañana, la voz de doña Rosa me hacía viajar por mis recuerdos. Yo recordaba que creyeron en mí cuando era un muchacho aún sin credenciales que solo quería comerse el mundo contando historias a través de la crónica y del periodismo de investigación que históricamente han hecho de EL DEBER el gran periódico que la sociedad ya no puede vivir sin él.

Este segundo Premio Rey de España no podía llegar en mejor momento. Llegó como un regalo en el mes aniversario de los 66 años del Diario Mayor. Otro título honroso que, pronunciado por la voz de la señora Rosa, suena como un logro colosal.

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