Opinión

La confrontación por Incahuasi

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22 de mayo de 2018, 6:50 AM
22 de mayo de 2018, 6:50 AM

La confrontación entre Chuquisaca y Santa Cruz por  el dominio del megacampo Incahuasi demuestra que los recursos naturales aún son la base económica para el desarrollo de los pueblos. El objetivo mayor de la colonización por parte de ‘la España grandiosa’ no fue plantar el signo de la redención como pontifican algunos nostálgicos, sino la búsqueda desesperada de El Dorado, la apropiación del Cerro Rico de Potosí y todo cuanto tuviera valor de cambio.

No olvidemos que, por la defensa de sus recursos naturales, nuestro país enfrentó tres guerras internacionales y soportó la pérdida de la mitad de su territorio. Y hoy, sin ir tan lejos, hemos estado bien cerca de enfrentarnos entre departamentos que se dicen hermanos, siempre que no exista, claro está, intereses económicos de por medio, porque entonces la cantaleta de la ‘hermandad’ se difumina como el humo. 

En el caso de Incahuasi, el gas se convirtió en la manzana de la discordia, porque antes de la certificación del reservorio, jamás se dieron conflictos por cuestiones de cercas y alambradas, todo era una taza de leche, que hasta llegaron a conformar lo que se llamó la ‘media luna’, y estuvieron dispuestos a jugarse la vida para derrocar, por medios nada ortodoxos, al Gobierno actual, lo cual es aún asignatura pendiente.

Al final, se confirmó que el reservorio es enteramente cruceño, pero los chuquisaqueños siguen buscando camorra. Por ello, para evitar que el ‘efecto contagio’ siga propagándose y salpique a otros departamentos, sería prudente considerar la posibilidad de un reajuste en la reasignación de regalías a los departamentos productores de hidrocarburos o no. Es decir que el Estado, como titular del derecho de propiedad sobre los ‘frutos de la tierra’, practique un nuevo y salomónico reparto para que nadie se queje, cuidando que todos los departamentos tengan lo justo y necesario y que ninguno tenga demasiado ni pueda decir ‘esto es mío’, porque las desigualdades odiosas son la fuente de toda discordia. Al menos es cuanto cabe antes de que derivemos en un sistema federal de gobierno, donde todos rascan para dentro. 

En el pasado, el salto al progreso que dio Santa Cruz fue gracias a las regalías del 11% establecido por la Ley Busch de 1938, y en el presente y futuro inmediato la industria extractiva continuará siendo su principal sostén. En cambio, la agropecuaria, la industria estrella a cargo de ‘los barones del Oriente’, es un negocio privado y para los privados, a quienes interesa la plusvalía por sobre toda otra consideración. Tan cierto es esto que el propio Adam Smith (1723-1790), padre del libre comercio, reconocía que “cada vez que el gremio se reúne es para conspirar contra el público y elevar los precios”, pero les han hecho creer que son los únicos que mueven la locomotora económica.

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