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24 de septiembre de 2019, 4:00 AM
24 de septiembre de 2019, 4:00 AM

Como era previsible, faltando 26 días para las elecciones nacionales, ¡empezó radicalmente la batalla por Santa Cruz!. En la propuesta discursiva, Santa Cruz es un departamento creador de cultura, el centro económico, la locomotora del país, el vitral polícromo de la bolivianidad, el territorio de promisión, el generador del nuevo pensamiento, la plaza política más importante, la fábrica de innovación, el centro geográfico de América del Sur... y pueden seguir muchos adjetivos más.

Por el otro lado, y paradójicamente, es el espacio en el que se resolverá la contienda política del país y en el que se está debatiendo descarnada y dificultosamente las características de su modelo de desarrollo, gestión y economía.

Los más de dos millones y medio de hectáreas calcinadas en la Chiquitania, nos obligan a incorporar en el análisis, la variable de sostenibilidad ambiental, y las consecuencias de la ampliación de la frontera agrícola, el cumplimiento a las propuestas originales del PLUS, el respeto de las TCOs, los parques y las áreas naturales protegidas, y la vida de la población en el territorio.

Ha quedado en evidencia la lenidad y la falta de respuesta frente a las alertas que encendieron la crisis del fuego, reuniéndose las autoridades en Roboré recién cuando ya existían 500.000 hectáreas quemadas.

Sin embargo, la gravedad es mayor cuando se analizan las señales existentes con vientos de más de 30 km por hora, temperaturas mayores de 30 grados y humedad en el ambiente menor a 30%; y ello se complica más cuando le sumamos las decisiones irresponsables de autorizar chaqueos en esas condiciones, los criterios políticos en la dotación de tierras en lugares a los que se les ha cambiado el uso de suelo para convertirlo en agrícola, la ausencia de acciones conjunta entre los actores para enfrentar el fuego, el desconocimiento gubernamental de lo que ocurre en el territorio, la ignorancia que existía departamentalmente, sobre la entrega masiva de tierra a nuevos colonos, y el marginamiento que han sufrido las autoridades municipales de esta suma de complicaciones, cuando ellas son las responsables de la otorgación de servicios bá- sicos en su jurisdicción.

El escenario, sin duda, adquiere ribetes que pasan de lo culposo a lo delincuencial cuando vemos la cantidad de circunstancias evidentes que se han producido.

Dos preguntas elementales flotan en el ambiente: ¿puede la dirigencia política departamental, la sociedad en su conjunto, la institucionalidad, los actores productivos, llegar a expresar asombro por las consecuencias que estamos viviendo? Y, ¿es que el proyecto gubernamental de bolivianizar el oriente con métodos políticos irresponsables, de impacto electoral coyuntural y de altísimo riesgo para la sostenibilidad productiva y competitiva, terminará imponiéndose por sobre la racionalidad y el sentido común?.

Las confrontaciones armadas centroamericanas y colombiana, tuvieron como base la disposición de la tierra.

El manejo inadecuado produjo las consecuencias históricas que todos conocemos y la sociedad de esos países, sufre hasta ahora.

¿Tendremos, aprendiendo de la experiencia ajena, el suficiente raciocinio como para no encender otro fósforo, ya no en los bosques y pampas, sino en la sociedad? No es la consecuencia de un proceso migratorio tendencial que seguirá generando el interés sobre las capacidades productivas de Santa Cruz.

Reitero, si la totalidad de los 11 millones de bolivianos se viniesen a vivir a Santa Cruz, sólo seríamos 30 habitantes por km2, muchísimo menor a la que tienen los países latinoamericanos. No es pues la carencia de la tierra el problema mayor. Necesitamos nuevas ideas y soluciones. Las actuales, nos están llevando a la confrontación.

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