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18 de septiembre de 2019, 4:00 AM
18 de septiembre de 2019, 4:00 AM

Peter Drucker famoso especialista en negocios en innovación decía: “lo que no se mide no se puede mejorar”. Esta frase pone de manifiesto la importancia de la medición y puede aplicarse no solamente al rendimiento de las empresas sino también de los países y sus ecosistemas de innovación.

El 25 de julio pasado, Nueva Delhi, India, fue la sede del lanzamiento de la duodécima edición del Índice Global de Innovación (IGI), un reporte realizado por la Universidad de Cornell y la Organización Mundial de Propiedad Intelectual y la Escuela Francesa de Negocios Insead, y que resulta un gran termómetro con el que anualmente las economías del mundo miden el desempeño de sus Ecosistemas de Innovación y analizan sus fortalezas y oportunidades.

Este año el reporte mantiene a Suiza a la cabeza del ranking, con algunas sorpresas en el continente asiático. Mientras que el progreso en el desempeño de la innovación sigue siendo lento en América Latina y el Caribe.

El Índice Global de Innovación 2019 muestra que el potencial de innovación de la región sigue en gran medida sin explotar a pesar de las mejoras incrementales y las iniciativas alentadoras. Las tres principales economías de esta región son Chile, seguido de Costa Rica y México.

Brasil, la economía más grande de la región, ocupa el puesto 66 a nivel mundial este año, siendo el único país latinoamericano que tiene grupos de ciencia y tecnología entre los 100 mejores del mundo.

¿Qué ocurre en nuestro país? Bolivia ocupa la última posición de los países latinoamericanos en este ranking global de innovación, ubicándose en la posición 110 de 129 economías analizadas. A pesar de ello, se ve una mejora de 7 peldaños en el ranking con respecto a la gestión pasada, que se debe por un lado por la mejora del rendimiento de un puntaje y por un efecto estadístico al ingresar 3 países más al ranking en esta gestión.

Si bien hay progresos respecto a la gestión anterior, el desafío de la innovación sigue siendo bastante grande para Bolivia, particularmente, así como para América Latina en general. ¿Qué hacer? Estos resultados requieren un trabajo articulado entre el sector privado, el sector público y la academia para fortalecer, primeramente, el sistema educativo como promotor clave del desarrollo de la I+D, y por otro lado, la empresa, enfocados en un motor productivo con mayor grado de diversificación.

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