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17 de septiembre de 2019, 10:00 AM
17 de septiembre de 2019, 10:00 AM

El complot es definido como la concertación clandestina para llevar a cabo un proyecto; está acompañado de subterfugios, sigilo, desconocimiento de las formas… y si hablamos de conspireta, es una exaltación del complot llevado a la jerga popular, para señalar una práctica de mentes que están tramando caminos tortuosos para lograr sus objetivos.

En tiempo de los gobiernos militares, la conspireta era un deporte político frente a la necesidad del retorno a la democracia. Se elucubraban proyectos, se alentaban pasiones, se tramaban opciones para llegar a ejercer el voto utilizando la voluntad de algún uniformado con ambiciones, o apelando a la decisión institucional de ciudadanos de uniforme, para lograr el retorno a las urnas. Votos Si, botas NO, era la consigna.

A 33 días de la realización del proceso electoral que puede restablecer el rumbo de la democracia boliviana mediante los votos, están circulando conspiretas que intentan desviar la atención y debilitar el debate sustantivo. Todas tendrían origen en la derrota electoral del MAS. Acostumbrados como están a ejercer el poder de cualquier manera, los estrategas del gobierno estarían proponiendo de manera encubierta algunas salidas que evitarían, o retrasarían su derrota. Esta conspiración contra ellos mismos, tendrían una explicación basada en la imposibilidad de explicarle al presidente las causas de su futura derrota.

Habrá que reconocer que son muy creativas y ocurrentes, pero adolecen, todas, de un pecado original al descansar en la no realización de las elecciones el 20 de octubre para lograr una continuidad del régimen. No voy a nombrar ninguna de ellas porque sería reconocerles una validez que nunca podrán tener, y sí repetiré la consigna de darle al voto, la posibilidad de ser el mejor instrumento ideado por la democracia para devolver al soberano la capacidad de decisión. El día de las elecciones, la soberanía se distribuye nuevamente en los mandantes y en ese momento, la ciudadanía se vuelve gigante.

Reconociendo también que el principio del valor del voto no puede ser argumentado con ingenuidad al tener al frente un partido que violentó su propia Constitución, conspiró contra ella y encontró los subterfugios para desconocer el resultado del Referéndum del 21 de febrero del 2016, necesitamos establecer algunas precisiones. Tenemos el derecho de dudar de la voluntad mentirosa de gobernantes que reiteran lo obvio como parte de un compromiso político, cuando dicen que respetarán los resultados electorales. ¡A dónde hemos llegado que el cumplimiento de la Constitución deba ser ratificado como una concesión y no como una obligación!

Debemos cuidar los resultados de maniobras del Órgano Electoral, carente de legitimidad para administrar su propio mandato, y lograr un triunfo tan contundente que no admita duda. ¿Es mucha ingenuidad suponer que se le puede ganar al MAS, a pesar de haber armado y orquestado unas elecciones a su gusto?

Existe un listado muy preocupante sobre el que hay que trabajar antes del 20 de octubre como una evidencia de esta conspireta. La existencia del 73.16 % del electorado en los 3 departamentos del eje central; la existencia de un padrón electoral biométrico de 7.315.364 electores sobre una población de 11 millones de habitantes, con una explosión de votantes imposible de sostener frente a los datos de crecimiento censal; la existencia de “un voto rural” que distorsiona el resultado de las encuestas, en un país fundamentalmente urbano.

La respuesta estará, otra vez, en la contundencia del voto que nos toca proteger desde ahora.

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