Opinión

El triunfo de la verdad

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2 de octubre de 2018, 4:00 AM
2 de octubre de 2018, 4:00 AM

Cuando el ministro de Propaganda de Hitler, Joseph Goebbels, se basaba en un principio hoy en boga; “miente, miente que algo quedará”, estaba consciente de que algún día, habría alguien que echaría mano del artificio. El mismo nazi es autor de otro celebre consejo “cuanto más grande es la mentira más gente la creará”. Las palabras del presidente Morales en la Asamblea de Naciones Unidas encajan en este esquema de manera emblemática. Presentarse como un fogoso defensor de la democracia en un momento en que todas las fuerzas políticas del MAS afilan sus mejores armas para destruirla resultó definitivamente grotesco. Fue sin duda una muestra al más alto nivel del modus operandi en que desde hace más de una década se construye una Bolivia que en realidad no existe: la Bolivia oficial.

Lo grave es que este viejo artificio político adquiere relevancia cuando su utilización deja de ser un recurso extremo y pasa, de la categoría de excepción, a la categoría de regla. Para el gobierno del MAS mentirle a todos ha adquirido el estatus de “regla”, la consecuencia -empero- es peligrosa: terminan creyendo sus propias mentiras, o lo que es lo mismo, pierden contacto con la realidad.

El convencimiento de que cualquier cosa será creíble por el simple hecho de ser dicha por ellos, llevó al vicepresidente a sostener, por ejemplo, que el régimen no perdió el referéndum del 21-F, o que 90 por 3 da 180. Los macondianos discursos oficiales que presentaban un país maravilloso (en el que 39% de su población vive bajo la línea de pobreza, 2017) es otra pieza clásica de esta estrategia de corte típicamente populista.

Esta perversa ecuación que transforma mentiras en verdades, (a la que ya me he referido en otro artículo) viene a colación para remarcar el grado en que un régimen puede perder el sentido de la realidad y quedar ciego. Este es el mecanismo por el cual se niegan a ver el clamor de un pueblo entero defendiendo su voto al punto en que para el masismo, cien mil ciudadanos protestando se perciben como “algunas decenas”, o cientos de miles de jóvenes agrupados en plataformas son “unos cuantos” o la simple pero contundente evidencia de que el pueblo ya no está con el caudillo. Resulta que la etiología de su ceguera es el producto de su adicción a la falsedad. Tan grave resultó el síndrome, que ante la tozudez de Morales por eternizarse en el poder, la ciudadanía empieza a ver que el mundo creado por el discurso masista ha terminado, y que, los elocuentes argumentos oficialistas son ya incapaces de doblegar la realidad. Ese es el triunfo inexorable de la verdad.

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