Opinión

El rugido internacional de los colmillos del jaguar

El Deber logo
30 de abril de 2019, 4:00 AM
30 de abril de 2019, 4:00 AM

El primer libro que compré a mi llegada a España fue uno de Marguerite Durás, uno que titula El amante de la China del Norte, uno que busqué durante años por aquí y por allá, en cada estación de viaje donde encontraba una librería, uno que salió a la luz en 1991, después de que la escritora, que nació en Indochina en 1904, se encerrara a escribirlo durante todo un año, tras haber dejado todo lo que estaba haciendo al enterarse que Thanh había muerto. Lo encontré en una tienda de libros usados instalada en la vereda de la Gran Vía de Madrid donde los libros estaban tendidos al sol tibio de la primavera sobre una mesa donde uno puede dar fe de que la felicidad existe y está ahí.

Lo compré a pocas horas de recibir el Premio Rey de España, a poco de estrecharle la mano por segunda vez a Felipe VI. La primera vez fue en 2015 cuando mi reportaje Tribus de la inquisición había conquistado a un jurado que valoró aquella historia donde se narra el cáncer macabro de los linchamientos. Ahora son Los colmillos de la mafia los que me han traído hasta aquí, el rugido del jaguar que ha salido de la selva, desesperado, enloquecido por el ¡bang!, ¡bang! que derriba al gran felino de América con una mancha roja en el pecho.

Cuando escribía Los colmillos de la mafia escuché varias veces ese sonido feroz de las armas de fuego con la que los cazadores, alborotados por los delincuentes que los contratan para que maten jaguares y les arrebaten los colmillos para luego venderlos en el mercado asiático. Cuando llegó la noticia de Premio Rey de España, me preguntaron cuál sentía que era el valor de conquistar por segunda vez un galardón enorme: Que el mundo se entere de que esto está ocurriendo, para que la matanza del jaguar termine de una vez. Eso dije y ahora que estoy en España lo vuelvo a repetir.

Hasta este lado del mundo resuenan en mi mente esos tambores crueles y recuerdo cada paso que me llevó, junto a un equipo conformado por colegas de primer nivel del diario EL DEBER, a internarme en una dura realidad que no solo se encuentra en el bosque, sino que recorre, como una enfermedad enorme, los pueblos y las carreteras, las ciudades y los mercados ocultos donde los colmillos son cotizados y traficados a precio de oro o de cocaína.

La fiebre por las partes del jaguar existe y es hora de detenerla, de combatirla con una gran cruzada nacional y más allá de las fronteras, ahora que el mundo ya lo sabe, ahora que el Premio Rey de España lo hizo más visible y el reportaje Los colmillos de la mafia ha ido haciendo su vida por las distintas veredas del mundo.

Tags