Opinión

El cuento del borracho intruso

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21 de junio de 2018, 4:00 AM
21 de junio de 2018, 4:00 AM

El vicepresidente se queja amargamente de que habían preparado con esmero la fiesta de los juegos Odesur, cuando se metieron los borrachos que no estaban invitados y estropearon la casa entera. Todo, porque en estadios y coliseos resonaba el estribillo de que Bolivia dijo No. Además, según él, los borrachos infiltrados en su fiesta cantaban lo que cantaban porque son racistas y no quieren al presidente Evo Morales.
No lo quieren, dice, porque es indio. Junto con el dolor que le causa al ‘vice’ el estribillo, junto con la pena por el rechazo al jefe, salen a la luz sus concepciones de la vida, salen sus convicciones.

Aquello de que rechazan al presidente por su raza es vieja artimaña para tocar la fibra sensible de la compasión. Es chantaje. Si el rechazo es a la raza del presidente, ¿por qué la población rechaza mucho más al blanquísimo vicepresidente? Que averigüe y descubrirá que no se lo detesta por su raza. No se lo quiere porque manipula políticas, sentimientos y verdades. No se lo acepta por el desparpajo con que miente. Se lo quiere afuera, pero no por el color de su piel incolora. No se lo quiere porque no opina por convicción. Opina según le conviene en cada momento.

Si no se quisiera al presidente porque es indio, no hubiera arrasado en votos ni en apoyo. Se lo aceptó y la aceptación masiva crecía.

El desencanto apareció con el tiempo y eso no se llama racismo, se llama decepción. Ha decepcionado el despilfarro y la prepotencia. Ha dado rabia la corrupción y la mediocridad. Ha molestado la ineficiencia y la falta de rumbo. Preocupa que el país no avance y que, en lugar de cultivar la riqueza humana de nuestra gente, sigamos dependiendo de las riquezas que hay debajo de la tierra. Da asco el uso del poder, de la fuerza y del dinero para satisfacer sus delirios de grandeza, mientras no hay enfermeras ni médicos, no hay apoyo a los inválidos, no hay ni zapatos para nuestros deportistas. Se malgastan millones en palacios, en viajes al Mundial y al mundo, en museos del ego, en propaganda engañosa, pero no hay un centavo para construir el futuro. Molesta la empecinada sordera y la soberbia.

El vicepresidente dice más de lo que quisiera. Confiesa que los juegos de Odesur, como todo lo que hacen, es fiesta de ellos. El resto, el pueblo, es una turba de borrachos externos. Ellos son el país. El resto, la población, es ajena, se entromete donde no debe, donde nadie la ha llamado. Ellos son los prestes que arman el festejo con su dinero y en su casa. Los demás, los de afuera, pudiéramos ser invitados, si nos portamos bien. Nunca han comprendido que el país es la gente y los invitados son ellos. Nunca se han dado cuenta de que son importantes en la medida que sirven esa sociedad que desprecian, en la medida en que se hacen necesarios y la población lo entiende así. No se les ha ocurrido que el respeto a las normas y a los procedimientos, que la transparencia, es respeto al país. No saben que el pueblo es absolutamente soberano. No se han enterado de que la única autoridad real es la que el pueblo les puede delegar o retirar. Por eso, porque se creen los únicos dueños, no piensan obedecer a ese pueblo cuando les dice basta, ya no más.

Los que están afuera son ellos, que viven ensimismados en su nube de palacios y de lujos. Como la consulta no se hizo en su nube, hay que recordarles a diario que fue Bolivia la que dijo No.

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