Opinión

¿Economía enferma o informal?

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2 de agosto de 2018, 4:00 AM
2 de agosto de 2018, 4:00 AM

En el Ministerio de Economía saltaron ofendidos. El FMI ha dado datos alarmantes sobre nuestra economía. Acaban de medir e informan al mundo que somos el país con economía informal más alta del mundo. El Ministerio se enfurece y asegura que no es verdad. Dice que las grandes medidas del modelo “socio-económico-productivo” han disminuido drásticamente la informalidad, como no lo había hecho nunca nadie. Dice que los estudios del FMI son propaganda de imperialistas que odian la revolución y quieren desprestigiarla.

Las famosas medidas del nuevo modelo económico no parece que sean tan grandes. Y, si las pensaron, no parece que nadie se haya ocupado de hacerlas realidad. No hemos sabido en qué consisten, ni qué detalle se ha implementado. El FMI reconoce el volumen de recursos recibidos por el país y el crecimiento de la inversión, pero cree que eso no ha significado una mejor calidad de nuestra economía, no parece que se maneje ni se invierta de mejor manera ese nuevo dinero. Evidentemente, nunca ha sido más favorable la balanza de pagos. Nunca ha ingresado tanto, pero la abundancia no se ha traducido en cambios que hayan dado un estilo nuevo y una vida nueva a la economía nacional.

En el campo no han cambiado las escuelas, ni se han mejorado las técnicas productivas. No se ha incentivado la producción, ni se ha democratizado el crédito. No se han abierto canales de comercialización mejores, ni se ha fomentado la producción individual ni la colectiva de la que hacen gala. En las ciudades tampoco parece que se pueda mostrar logros. No se ha preparado a la población para que sea capaz de generar riqueza. No se ha dado formación a los que están en edad productiva, ni a los jóvenes que van a ingresar a esa etapa, ni menos a los niños, para que en el futuro cambie la realidad. No se han dado incentivos ni facilidades para que se pueda emprender aventuras económicas mejor que antes. Continúa siendo un martirio poner en marcha cualquier emprendimiento. Todo son trabas burocráticas. Todo son cobros. Todo son controles. Todo es desánimo. Mientras al frente, en la acera de la economía informal todo son gangas: no hay ni impuestos, ni alquileres, ni facturas, ni aduanas. No hay nuevas razones para producir, ni para ofrecer servicios, pero sí hay nuevas trabas ¿Son nuevas políticas o son nuevos estorbos?

Un dato. Cerca de un 15% de la población rural ha emigrado a las ciudades en este período ¿A qué se dedica esa población? ¿Han puesto en marcha industrias? ¿Han iniciado empresas comerciales? ¿Se han dedicado a la docencia o a otras profesiones liberales? ¿Los han contratado las empresas que ya no pueden contratar trabajadores? Nada. Lo que han recibido en sus lamentables escuelas no los ha preparado más que para la informalidad. Si alguno de los migrantes tuviera el tesoro de saber un oficio, preferirá sentarse en la calle a vender cuatro naranjas o 20 peines, antes que afrontar las trabas burocráticas para abrir su propio taller y pagar doble aguinaldo antes de tener utilidades.

En sus 200 años de historia, nunca tuvo Bolivia más posibilidades de cambiar su modelo económico, pero nada ha cambiado. Seguimos como antes o peor. No han cambiado las estructuras ni se han puesto los medios para despertar las capacidades de nuestra gente. Hemos convertido en borrachera la abundancia y no nos hemos preparado para el tiempo de las vacas flacas. Eso no se arregla con estadísticas engañosas, ni con insultos al FMI.

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