Opinión

¿Dónde se perdieron?

El Deber logo
14 de septiembre de 2019, 4:00 AM
14 de septiembre de 2019, 4:00 AM

Entre los pueblos del llano boliviano encontramos a los Chané, los Tupi-Guaraní, los Mojos con sus etnias Baure, Movima, Cayubaba, los Itonamas; los Guarayos, los Yuracaré, los Cambas, los Chiquitanos; en fin, decenas de culturas y pueblos con culturas sedentarias, nómadas, recolectoras, cazadoras, guerreros, también agricultores pacíficos cultivadores de maíz, maní, zapallo, yuca, tabaco, camote, etc.

Recién ahora los científicos valoran el elevado contenido ético y estético de estas comunidades que privilegiaban la armonía y la paz, la generosidad, el respeto a su entorno, el amor y la alegría de vivir, la hospitalidad, solidaridad, sencillez, el aprovechamiento sostenible dentro de su experiencia.

Entre estos pueblos, que se extienden por gran parte de América del Sur y principalmente en Bolivia, Brasil, Paraguay y Argentina, existe el mito de la Tierra sin Mal, que habla de un territorio que puede entenderse como del más allá, pero que también se puede encontrar en el más acá, en el tiempo y espacio físico de los vivos. Así, estos pueblos persiguen constantemente la búsqueda de esa tierra sin mal.

Algunos pensarán inmediatamente que la Tierra sin Mal podría ser también el paraíso cristiano, pero, como ya se dijo, entre los tupí-guaraní la creencia es que ese mundo también puede encontrarse en el tiempo de la vida y no solo después de la muerte.

No es el premio a una existencia de sacrificio como enseña la doctrina cristiana, sino un futuro alcanzable y deseable para la sociedad actual, así la Constitución vigente desde el 07.02.2009 en su Capítulo Segundo, Artículo 8.1 dice textualmente: “El Estado asume y promueve como principios éticos-morales de la sociedad plural: ama qhilla, ama llulla, ama suwa (no ser flojo, mentiroso ni ladrón), suma qamaña (vivir bien), ñandereko (vida armoniosa) teko kavi (vida buena) ivi maraei (Tierra sin mal) y qhapaj ñan (camino o vida noble)” Loables principios.

Los primeros traducidos del quechua: “no seas flojo, no seas mentiroso, no seas ladrón” hoy en día también principios de las Naciones Unidas a requerimiento del actual gobierno.

Sin duda, lo escrito en la Constitución es una utopía, pero podría ser igualmente un anhelo para todos los pueblos de la tierra y de esta tierra castigada desde sus inicios por injusticias, insultantes desigualdades, corrupción, depredación y muertes sin sentido.

Cabe la pregunta, ¿los responsables de velar por los recursos naturales solo consideran a los no renovables (hidrocarburos, minerales)? ¿Los pueblos de la llanura, los recursos naturales renovables como los montes, la biodiversidad, el suelo, el agua, el aire, la biomasa pueden ser tratados sin respeto, sin cuidado y gestionados por ineptos irresponsables? Aquí cabe la pregunta: ¿Dónde se perdieron esos principios ‘éticos y morales’ o acaso ni los leyeron?. 

Pensar, por ejemplo, una Tierra sin Mal para el pueblo chiquitano y otros pueblos de los llanos que hoy sufren en su propio territorio un crimen provocado por ignorantes oportunistas, mientras parte de la comunidad nacional, la Bolivia errática, dividida, la hipó- crita en la protección del ambiente trata de sacar rédito aún a costa de una muy deteriorada credibilidad.

Sin embargo, es esperanzador ver que cada vez más gente joven se involucra y, sin duda, serán los que llevarán adelante lo necesario para hacerle justicia a tanta vida natural asesinada. Son gente ignorante los que mayoritariamente son usados a cambio de solo un mayor empobrecimiento. Ahora se hace más visible, y es innegable la violación continua de los derechos ambientales colectivos de quienes durante miles de años supieron manejar sus ambientes y espacios sin mayores agresiones a la naturaleza, sintiéndose no dueños de la misma, sino parte ella.

El desastre ecológico presente es un hito más para el cambio de mentalidad social con respecto a la naturaleza y ojalá despierte la conciencia global sobre lo que representa proteger el medio natural y el compromiso que la humanidad actual debe tener

respecto a la supervivencia de las próximas generaciones. Hoy por hoy, la torpeza, ignorancia, ineptitud, el clientelismo político y los intereses econó- micos se imponen sobre la vida de las poblaciones de la llanura obligándolas a mal vivir o, si les es posible, a iniciar el horrible camino de la emigración.

Quizás debemos empezar por entender que uno de los mayores problemas para encontrar la Tierra sin Mal que enfrenta la humanidad no es la lucha contra la pobreza en sí, sino contra la extrema concentración del poder, de la riqueza y de la ambición sin límite y a cualquier precio que se encuentra cada vez más en manos ignorantes y cada vez menos en manos filantrópicas.

En este mundo a lo único que hay que matar es a la ignorancia y a la codicia y si las erradicáramos estaríamos dando un paso de gigante para lograr ese objetivo de que toda la humanidad alcance el buen vivir en una verdadera Tierra sin Mal.

Utópico dirán muchos, iluso comentarán otros, pero nosotros podríamos responder que es extremadamente urgente. “La ignorancia mata a los pueblos, por eso es preciso matar a la ignorancia” (José Martí).

Tags