Opinión

De la ilegitimidad y la ilegalidad

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28 de julio de 2019, 4:03 AM
28 de julio de 2019, 4:03 AM

En la reunión entre cívicos y plataformas se determinó hacer un paro de 24 horas contra la candidatura de Morales y, la posibilidad de ir un poquito más allá: un paro indefinido desde 10 días antes de las elecciones. Pienso que esas acciones que tienen, a lo mejor, buenas intenciones (defender el 21-F) no van a tener resultados efectivos; la mayoría de los cívicos del país no tiene posibilidad de convocar a paros exitosos (ellos mismos lo dijeron). De esa manera, plataformas y otras organizaciones sin mayor convocatoria, exponen a los cívicos que sí tienen presencia efectiva en sus departamentos, al descrédito y al debilitamiento institucional.

Decir que Morales es ilegal es una verdad de nulo efecto jurídico y práctico: el TCP y el TSE lo “habilitaron legalmente”; argumentaron derechos humanos electorales, manipularon lo que les dio la gana y Morales es candidato “legal”, hasta que la última instancia, es decir la OEA, ya sea en la Comisión Interamericana de DDHH o en la Corte Interamericana de DDHH (si aplicara el recurso “per saltum”) se le ocurra decir algo o manifestarse en defensa de la democracia boliviana, pero eso no va a ocurrir porque Morales no le estorba al mundo.

Sabemos que ellos conocen que Morales es violador de la Constitución, de los Derechos Humanos (Chaparina), saben que aunque se haya inventado un caso de “terrorismo y separatismo” (participación del equipo vicepresidencial bajo el comando de Raúl García Linera claramente demostrados ) y no les importa. Morales no estorba a los vecinos.

Bolsonaro le pide que no vaya a la reunión del Foro de Sao Paulo, él se enferma convenientemente y manda una reducida delegación. Macri lo recibe con beso y él le dice hermano. Duque, que recibió al Comité pro Santa Cruz tan amablemente, no debe haber mirado un solo papel de los que le llevaron. La OEA que recibió a Rubén Darío Cuéllar y a otras organizaciones que se refirieron al mismo tema, no tienen miramientos en que Morales se entronice como un “dictablando”, porque el país no estorba afuera, porque el presidente se lleva bien nomás con la economía y ya se le acabaron “los aprestos izquierdizantes”, y fundamentalmente, porque Morales, en la oposición, puede reeditar el famoso año 2003 (febrero y octubre) cuando le dé la gana, cosa que la actual oposición no está dispuesta a hacer, porque entiende que la violencia y la antidemocracia no le hacen bien al Estado.

Eso lo tiene claro el mundo y Morales lo sabe, de manera que se mantiene dando visos de legalidad y democracia a lo que hace: se inscribe en un Tribunal Electoral adepto y parte del proyecto de su permanencia en el poder; acudió y lo volverá a hacer al Tribunal Supremo de Justicia o al Tribunal Constitucional Plurinacional por la vía de la vapuleada institucionalidad constitucional y allá le van a dar paso cuantas veces sea necesario, para posibilitar su rereelección.

Así están presentadas las cosas. “Nunca es fea la verdad, lo que no tiene es remedio”, dice el adagio y esa es la sensación que se tiene al momento de escribir esto, luego de haberlo reflexionado largamente y con público en redes sociales. Y creo que los caminos deben ser otros, deben centrarse en denunciar la impostura, denunciar la ilegitimidad de Morales, quien logra visos de una dudosa y hasta falsa legalidad, pero en los hechos hace valer la legalidad en el espacio que fuere. Se cuidó el autócrata (devenido en dictador) de que todo se haga fuera del espacio político en el que él se desempeña, todo se lo encargó a los órganos “legalmente constituídos” (con minorías que los eligieron frente a mayoría de votos blancos y nulos); es decir, los ilegítimos impuestos están dando paso al ilegítimo candidato que, además, va a tener problemas para ganar la elección y, si lo hace, no logrará, de no mediar el fraude (para eso está el plan del TSE, con la habilitación de votos nulos, blancos observados, tal como lo hicieron en las primarias) para que Morales alcance siquiera el 45% de los votos de su partido.

Difícil el panorama, pero aun hay tiempo de decir y oponerse (siempre lo debe haber).

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