Opinión

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Darwin Pinto y Simone de Beauvoir

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17 de febrero de 2019, 5:00 AM
17 de febrero de 2019, 5:00 AM

Es difícil unir las dos imágenes que me hago de Darwin Pinto: Por un lado, la del cronista inteligente y bien informado, autor de cuentos e historias muy competentes; por otro, la que se desprende de la columna que publicó en EL DEBER y que ha causado revuelo en ámbitos intelectuales y periodísticos.

Ambas imágenes parecen pertenecer a dos personas diferentes. No vale la pena, casi, por lo desproporcionado y errado de la aseveración, insistir en algunos aspectos de la columna de Pinto, por ejemplo, comparar el feminismo con el nazismo. Tampoco es bueno intentar refutar que los seguidores del pensamiento de Gramsci son “ratas”.

Sí, hay que señalar que sus aseveraciones sobre Simone de Beauvoir son, directamente, erradas: la estudiante francesa Bianca Lamblin, que Pinto menciona y que participó de un trío amoroso con Simone y su marido, Jean Paul Sartre, mantuvo posteriormente una amistad de 40 años con la escritora, hasta que esta falleció. Bianca no se sintió abusada por De Beauvoir y Sartre, aunque sí se arrepintió de haber participado de esos encuentros sexuales. Segundo, Simone de Beauvoir nunca apoyó la pedofilia. Pinto simplifica aquello y lo confunde con el debate que existía en Francia en los años 70 sobre la rebaja de la edad para el consentimiento sexual. Bastante diferente.

Lo más importante de la columna de Pinto es que muestra un notorio rencor, iracundia casi, contra la idea que él tiene sobre lo que se ha venido en denominar “ideología de género”. Según Pinto, esta es una doctrina que busca la “guerra de sexos”, con el objetivo de “destruir a la familia” y legalizar el aborto “para evitar hijos que creen lazos con y entre padres”.

Son argumentos que no se confirman en la realidad: ni las feministas ni los que respaldan la “ideología de género” desean “destruir la familia” o evitar los lazos “entre padres e hijos”. Los de Pinto son planteamientos tan extremos que hasta es difícil contraargumentar sobre ellos. ¿Cómo se puede debatir, con alguna capacidad de llegar a ciertos consensos, con alguien que cree que quienes defienden el aborto buscan “romper los lazos entre padres e hijos”? Ante esas ideas yo siento que vivimos en universos paralelos.

Lo que las feministas buscan es algo más sencillo y menos terrorífico, pero no por ello menos trascendental: construir una sociedad en la que hombres y mujeres tengan los mismos derechos y que las conceptualizaciones sobre los roles de género sean cambiadas. Que la mujer deba ser delicada o preocuparse de su aspecto físico, por ejemplo, no es algo “innato” en ella, sino construido socialmente. Y eso debe ser revisado puesto que efectivamente coloca a la mujer en una posición de subalternidad.

También es bueno hacer una reflexión sobre la “ideología de género”: los conservadores, que inventaron ese nombre, la asocian con perniciosas influencias supuestamente destinadas a acabar con la familia e incluso con influir en la orientación sexual de los chicos y chicas.

Eso es errado. La “ideología de género”, que podríamos llamar de otro modo, por ejemplo “ideología de la libertad”, lo que busca es que hombres y mujeres se desarrollen de manera libre y equitativa, que las mujeres puedan decidir sobre si interrumpir o no un embarazo, que las personas puedan elegir su orientación sexual sin problemas, aceptar que existen muchos posibles modelos de familia y que los escolares tienen derecho a beneficiarse con una educación sexual sana y efectiva. Todo eso para construir una sociedad más igualitaria, más tolerante, más cohesionada y más feliz. Por eso, menos iracundia nos vendría mejor a todos

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