Opinión

Cara a cara

El Deber logo
25 de marzo de 2019, 3:56 AM
25 de marzo de 2019, 3:56 AM

El fervor por el Día del Mar no tuvo la potencia de otros años, sin embargo el derecho a una salida al Océano Pacífico sigue intacto. Fue un día donde se mezclaron sentimientos y la campaña electoral se metió en los intersticios del fallo de La Haya, entre los gastos por la defensa legítima, y hasta por los cuestionamientos y las promesas más optimistas. Chile volvió a hablar de lo mismo y a condición de nuevas conversaciones, dejar de lado el incómodo tema.

Ganar a la mala. Una arcaica y mala costumbre. Un acto fallido preocupante digno del sicoanálisis más profundo y riguroso. En un día importante y desde el podio, semejante declaración histórica no se puede acomodar, ni entender, ni dejar pasar y mucho menos defender. Algo así como pegarle a un niño, como salir a patear canillas en el fútbol, todo vale, con tal de ganar. Así, al atropello y a los empujones, imponer el juego sucio, patotero, a palo y donde nada importa. Ganar a la mala, un deseo que muestra ceguera, impotencia y debilidad. Yo no quiero ganar a la mala. Porque ganar a la mala no es ganar, es la mentira disfrazada y es la impunidad de la trampa. Ganar a la mala es perder por goleada, es mostrar la miseria más escalofriante y hacerla pública. Es el callejón sin salida. Un delirio que se hace costumbre y que nos degrada cada día más.

Ganar a la buena. El entrenador argentino boliviano alzó un trofeo en Chile. El ex DT del seleccionado nacional ganó la Supercopa con la Universidad Católica, su actual equipo. Goleó a Palestino y también venció a Rosario Central, Colo Colo, La Calera y los árabes. Cuando se les dan condiciones de trabajo con todo lo que eso implica, los resultados saltan a la cancha. Quinteros gana bien y está en un gran momento de su carrera deportiva.

 

Tags