Opinión

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22 de septiembre de 2019, 3:00 AM
22 de septiembre de 2019, 3:00 AM

Un dirigente masista admitió que fue un error hablar de ‘toma’ de rotondas en la ciudad como parte de la campaña de su partido y que con una marcha de colonizadores afines para ‘cercar’ la Gobernación en rechazo a sus medidas para proteger la devastada Chiquitania, inflamaron el ambiente hasta provocar el previsible y lamentable estallido de violencia del pasado jueves 12. Agravios y provocaciones contra la región, su gente y sus valores no son de data reciente. Los cargos antojadizos por ‘terrorismo’, ‘separatismo’, ‘racismo’, ‘discriminación’ y otros también forman parte de la canallada con que se busca estigmatizar y acobardar a un pueblo que tiende la mano en vez de ofrecer el puño. Por eso el hartazgo y la repulsa ciudadana junto a la resistencia a ofrecer la otra mejilla. Los provocadores y gratuitos detractores de la cruceñidad deben tomar en cuenta que la paciencia tiene un límite.

Durante una corta visita, he comprobado ‘in situ’ el efecto del desastre en la Chiquitania sobre el turismo, una de las principales fuentes de ingreso de los cálidos, cordiales y atractivos pueblos de la región, donde el movimiento y las reservas hoteleras por los fines de semana y el feriado del ‘24’, han caído en picada. Las pérdidas, en algunos casos, suman cientos de miles de dólares. En estos duros momentos, apoyemos a nuestros hermanos chiquitanos. Con su fe, perseverancia y la templanza de su espíritu, tiempos mejores acompañarán incluso la recuperación del bosque salvajemente dañado.