Opinión

Animales sueltos

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22 de febrero de 2019, 4:00 AM
22 de febrero de 2019, 4:00 AM

Desde la frontera con Argentina hacia la capital oriental, en los primeros 200 kilómetros, se pueden encontrar animales sueltos por los costados y en el medio de la ruta. Vía por la que se transportan automóviles particulares, taxis, camionetas de empresas internacionales, buses nacionales e internacionales, transporte pesado de todo tipo, motos, etc.

Pero ahí van mezclándose entre animales de todo tipo, como burros, caballos, cerdos de gran porte, chivos, ovejas, perros y gente. Todo forma parte de un paisaje muy natural y coloridamente cultural.

A pocos metros de algunos peajes y surgen las trancas de la Policía, una soga con banderines impide el paso y cada conductor debe bajarse del vehículo a mostrar el comprobante que le dio Vías Bolivia en un retén anterior y el carné de conducir para lograr el sello de la seguridad y la constancia.

Algunos desprevenidos ruedan monedas o billetes para la soda o la comida. Esto sin contar con algunos advenedizos, que, en una casilla de madera contigua, también piden aportes para el club de bochas, de amigos o de los desamparados de algún bar de los sueños rotos.

Ninguna autoridad gubernamental de Santa Cruz, Chuquisaca y Tarija se apiadan de esta constante situación que padecen los ciudadanos, usuarios y consumidores de esta vía internacional. A pesar de los accidentes y muertos que siguen cobrándose todos los meses del año, de todos los años, de este y del siglo anterior.

Todos miran para otro lado echándole la culpa al otro. Una triste vergüenza.

Además de los riesgos y los peligros que ofrecen todas estas irregularidades, la imagen de un país parece no estar en juego e invita a divulgar esta situación que ningún guionista de Hollywood logró imaginar ni hallar en los libros de García Márquez, Asimov o Borges, por nombrar algunos de estos fantásticos.

El tramo carretero que une Santa Cruz de la Sierra con Yacuiba, tiene varias interrupciones debido a trabajos importantes en la vía. Al menos seis se deben tomar en cuenta a la hora de viajar. En dichos cortes hay personal de vialidad o empresas encargadas de los trabajos, donde se corta una vía y se debe esperar decenas de minutos mientras pasan los de la vía contraria. Esto es normal en todas las rutas donde se están haciendo reparaciones y el viajero, turista o transportista entiende y aguanta a pesar del calor, la lluvia o las inclemencias del tiempo. Lo que exaspera es la voracidad y la angurria de quienes se adelantan por izquierda y por derecha saliéndose de la fila para lograr la vida eterna o vaya a saber qué. Muy pocos respetan la fila, tomando por tontos a quienes sí lo hacen y se apegan a la racionalidad y a las normas básicas de tránsito. Desenfrenados por un atajo que los hace más vivos, logran llegar al mismo sitio en unos minutos donde los espera el otro corte. Y allí se los ve arrojar latas de cerveza, plásticos de todo tipo y basura por la ventana, sin importarles nada, ignorando toda norma de convivencia y cuidado al medioambiente.

Cuando ganan los intolerantes del orden y el respeto perdimos todos. ¿Serán siempre los mismos o cada día hay más? Ojalá sea una especie en extinción, aunque parece enorme mi ilusión.

El sábado anterior en la zona de Río Seco y Mora, no había banderilleros ni gente que comunicase la orden de espera o de paso, por lo que se dio una situación muy particular, mientras algunos íbamos otros venían por una misma, única y estrecha vía a medio hacer, generando confusión, desasosiego y hasta desesperación por momentos.

Pero para ver el vaso medio lleno y no medio vacío, celebro el avance del mejoramiento de esta importante vía, trascendente para el país y su futuro y ojalá que el contexto y el paisaje lo acompañe para el orgullo de muchos.

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