Asegura que llegó a la música gracias a una suerte del destino, que luego cultivó hasta hacerla parte evidente de su vida. Desde hace tres años, viene con sus colegas para dar un campamento de música

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17 de julio de 2019, 4:00 AM
17 de julio de 2019, 4:00 AM

El director de orquesta y pianista Mauricio Arancibia impulsa el Campamento de música clásica franco boliviano, que en su tercera versión se realiza en Santa Cruz desde el 7 de julio y tendrá actividades hasta el viernes 19. Haciendo una pausa en los talleres a su cargo, el músico le detalló a EL DEBER los motivos por los que organiza este evento en Bolivia, su importancia para el arte y las colaboraciones conseguidas, así como su pasión por la música.

 ¿De dónde nace esa inquietud de hacer música?

Es un ‘esfuerzo’ del destino. Lo que pasó es que cuando yo estaba en el kínder, un conservatorio de música se instaló encima y como necesitaban más espacio querían algunas salas del kínder. Entonces mi papá, que era el presidente de los padres de familia, habló con el director sugiriéndole que construya dos salas arriba.

Dos años después mi papá falleció y mi mamá se reencontró con el director del conservatorio, que le preguntó: “¿Cómo te puedo ayudar?”, y la invitó a que lleve a sus hijos al conservatorio. 

Entonces, ¿fue algo que surgió sin pensarlo?

Claro, porque me llevaron, me hicieron un test de oído y me dijeron: “Bien, vas a entrar y vas a estudiar piano”, yo no pedí nada. Y empezó así, una vez adentro me gustó y pasaron los años. Cada vez era más evidente que yo iba a ser músico. Es lo que me gusta y donde me realizo.

Cuando salí bachiller, no tuve siquiera que preguntarme qué iba a estudiar, porque ya era notoria mi inclinación por la música y también que tenía que irme del país para hacerlo, porque quería ir al lugar donde esta música fue creada y desarrollada, que es Europa. 

¿Fue así como llegas a Francia?, ¿te hicieron una prueba de admisión?, ¿cómo fue eso?

Viajé a Francia gracias a un programa de la Alianza Francesa y la embajada francesa como asistente lingüístico. Mi trabajo era ayudar a un profesor de español en un colegio. Después me inscribí a varias materias en el conservatorio de Nantes y al año siguiente pasé el concurso de entrada para el mismo conservatorio. Allí empecé a estudiar un montón de cosas, seguí con el piano y me especialicé en dirección de orquestas.

Un nuevo concurso me llevó al conservatorio de París, donde ahondé en la dirección de orquestas y aprendí a desarrollar otros proyectos.

¿Seguir la carrera en otro país, qué satisfacciones y qué sacrificios te han significado?

En realidad, la añoranza empezó hace cuatro o cinco años, cuando me planteé que necesitaba hacer algo por mi país. Pienso que tengo muchas cosas que hacer por Bolivia, pero todavía tengo muchas cosas pendientes mías por realizar también por allá. Ya va a llegar el momento de decirme: ‘Vuelve a Bolivia’, lo sé.

¿Realizar campamentos de música clásica desde 2017 en Bolivia es, tal vez, tu manera de demostrar cariño por tu tierra?

Más que eso, es la pasión que tengo por la música y por querer transmitir esto de la manera más eficaz posible. Cuando yo me dije que quería hacer algo por mi país, pensé en dar conciertos, dar master class de piano y dirección, pero recordé que cuando yo era estudiante, aquí en Bolivia, esas clases son de una o dos horas, son buenas porque escuchas conciertos o consejos, pero cuando los maestros se van queda muy poco. Yo quiero que quede marcado, que no sea tan fugaz.

¿Qué le trae a un estudiante este tipo de campamento?

Como alumno, hice campamentos en Francia. Son muchos días intensivos, recibiendo clases, escuchando las clases de otros, aprendiendo de música de cámara, escuchando conferencias y talleres, viendo a los maestros en concierto y tocando en conciertos con otros alumnos.

La verdad es que, después de 12 o 15 días, uno sale como una nueva persona y un nuevo músico. Se te abren 10.000 nuevas maneras de hacer música, de practicarla, de pensarla y de trabajarla. Estas cosas me impresionaron y comprendí que debía hacer esto acá.

¿Qué implica realizar un campamento en Bolivia?

Resulta que esto es un proyecto enorme, porque de pronto se necesita una logística para las salas, la producción, los pasajes, las estadías y todo.

¿Cómo haces para escoger los mejores profesores?

Soy el director del emsamble L’Orchestretto, de la ciudad de Lille, y aunque cada uno cambió de ciudad nos reunimos para los conciertos. Todos somos profesores de distintos conservatorios de Francia y hemos logrado traer esto a Bolivia y conseguir ayuda de instituciones para venir.

Entonces, los que pueden vienen, porque somos como 50, aunque en escena variamos rotando en un número de 18.

Esta vez somos 10 maestros, de diferentes instrumentos. Cada vez el reto es diferente, porque vienen muchos alumnos de otras ciudades. Así se ha convertido en el campamento franco boliviano.