El director argentino defiende el gozo de ver cine en las salas, el cine que hace reír y llorar. El cuento de las comadrejas, su última cinta, es un homenaje a ese espíritu. Gracias a las gestiones de BF Distribution, Brújula conversó con el ganador del Oscar por 'El secreto de sus ojos'

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15 de junio de 2019, 15:00 PM
15 de junio de 2019, 15:00 PM

Además de ser una cinta que mantiene una marca en el cine de Juan José Campanella, vale decir, ese encuentro entre lo pragmático y lo romántico; El cuento de las comadrejas es una película para nostálgicos, para los que añoran no solo el formato y esquema de las películas de antes, sino también para los que aún disfrutan la experiencia de ser parte de un singular mundo, que cada vez es menos singular.

Ese fue el mandato del director argentino, ganador del Oscar por El secreto de sus ojos, para ponerse de nuevo detrás de la cámara para hacer cine. Esta comedia negra, remake de una de las mejores películas de la historia del cine argentina (Los muchachos de antes no usaban arsénico, 1976) llega con un elenco de históricos, una especie de dream team de las últimas décadas: Graciela Borges, Luis Brandoni, Oscar Martínez y Marcos Mundstock. Acompañados por la juventud de Nicolás Franchella y Clara Lago, El cuento de las comadrejas narra la historia de una bella estrella de la época dorada del cine, un actor en el ocaso de su vida, un escritor cinematográfico frustrado y un viejo director que hacen lo imposible por conservar el mundo que han creado. Campanella conversa con Brújula de la película y de la experiencia de hacer cine, televisión y teatro, un combo ideal para quien goza de contar historias.

¿Cómo nace la idea de hacer un remake de Los muchachos de antes no usaban arsénico?

Soy fanático de la película original, que fue dirigida por mi gran maestro, amigo y casi padre de la vida, José Martínez Suárez. Esta película la hice con ese sentimiento y las ganas de homenajear a este gran filme. Pero en un momento sentí que debía darle una vuelta de tuerca, lo vi como una oportunidad excelente de explotar algunas cosas.

Por ejemplo, hacerla más comedia, un diálogo del estilo del Hollywood clásico, además de enfatizar en la historia de amor entre Mara (Graciela Borges) y Pedro (Luis Brandoni), cosa que no está tan profundizada en la película original.

La idea es que todo eso sea una especie de juego entre el espectador y la película, como una forma de mostrar los vericuetos de una película de las de antes, de esas que eran para reír y llorar, con todos los trucos disponibles. También quería correr el eje de una especie de guerra de los sexos a una cosa que temáticamente era más el pragmatismo versus el romanticismo, que es algo que a mí me gusta mucho tocar en mis películas.

La cinta de José Martínez Suárez es una gran película, que, tal vez, no ha sido reconocida en su justa dimensión en la historia reciente del cine argentino. ¿Es una oportunidad de redescubrirla?
A mí me encanta que la película original se haya puesto de nuevo en el candelero y que luego de ver la nuestra mucha gente sienta curiosidad por verla y la busque. La película original tuvo mucha mala suerte, porque se estrenó tres semanas después del golpe de 1976, cuando había periodistas en la televisión diciendo “reina la calma en la ciudad, recomendamos no salir”. Entonces, digamos que no era un buen momento para estrenar una película, pero sí me encanta la atención que se está despertando por la película original. Pero son distintas, ver una no invalida a la otra.

El cuento de las comadrejas depende, sobre todo, de la impronta de sus protagonistas; a Graciela Borges, Oscar Martínez y Luis Brandoni se suma Marcos Mundstock. ¿Qué te pareció el trabajo de uno de los históricos Les Luthiers, esta vez en la pantalla grande?
Él ya había hecho algunos trabajos anteriores en el cine, pero nunca un protagónico de esta naturaleza. Y lo hizo muy bien, sin duda, Marcos es un actor de primera, eso no lo descubrí yo. Es casi como una obligación que las cuatro personas que hacen de los habitantes de la casa, tienen que ser verdaderos pesos pesados, glorias para el público, porque eso es lo que hacen. Marcos no es una gloria del cine, pero es, probablemente, uno de los actores más reconocidos e importantes en Argentina, es la voz y cerebro de Les Luthiers.

Luego de El hijo de la novia, Luna de Avellaneda, El secreto de sus ojos y Metegol, ¿qué lugar ocupa El cuento de las comadrejas?
Cada una de mis películas refleja un momento particular por el que estoy pasando. El hijo de la novia tenía que ver con mis padres, El secreto de sus ojos tenía que ver con recordar un momento de la historia argentina y cómo veía yo ese momento. Y acá tiene ver con hacer una película como las de antes, de las que ya no veo en el cine, no veo películas que me hagan reír y llorar. Esta película ha despertado un entusiasmo que capaz sorprende, eso es muy positivo.

Después del secreto de sus ojos te dedicaste a hacer mucha televisión. ¿Qué valor le das al trabajo en TV frente a la experiencia de hacer cine? A mí me gusta mucho hacer TV tanto como el cine. Las dos carreras nacieron juntas, prácticamente. Hice mi primer largo en 1991 y luego estaba haciendo mi primer programa de televisión, así que fueron paralelas. Ahora la televisión empieza a tomar ciertos aspectos cinematográficos, se empieza a parecer cada vez más a una película, aunque se filme distinto. La diferencia es que en TV no disfruto el después, porque una vez que termina el trabajo se acaba y empiezo otro. Además, más allá de rating, no puedo palpar la respuesta de la gente. No puedo meterme en la casa del espectador para ver cómo disfruta, en cambio el cine me permite tener ese contacto. Es irremplazable, en sentido.

¿Cómo calificás tu incursión en el teatro?
Fue un cambio de vida. Parque Lezama significó eso y ahora estamos haciendo ¿Qué hacemos con Wálter?, que está hace un año y medio con 150.000 espectadores, una comedia que se está haciendo en Perú y luego en Chile, España e Italia. Me encanta el teatro, tanto así que estoy construyendo uno en la ciudad de Buenos Aires.

Tras fenómenos de la era del streaming, como Roma, se volvió a escuchar que Netflix terminará por quitar público a las salas. ¿Cómo ves el panorama del cine?

Lamentablemente, mucha gente elije ir al cine cuando es un gran espectáculo con gran acción, como los Vengadores, y elije verlo en televisión cuando es un drama o una comedia.

A mí me gustaría decirle al público que en el cine no solo son más grandes los efectos especiales sino también las emociones. Vos te reís mucho más en el cine que en tu casa, vos te emocionas hasta las lágrimas en el cine, cosa que rara vez pasa en tu casa. Yo voy a ver El cuento de las comadrejas a un cine con público y son carcajadas que, a veces, no te dejan oír todo el diálogo, por las risas. Y uno se contagia. Eso no pasaría en la casa. Eso no tiene precio. A uno le gustaría deshacerse de risa enmascarado por otras 200 personas que también se están riendo. Yo prefiero ir a ver una comedia al cine que una película de acción.