En abril de este año, la pianista cochabambina salió de gira por tres países de Europa, invitada como solista por la Filarmónica Polaca Sinfonía Báltica

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6 de julio de 2019, 4:00 AM
6 de julio de 2019, 4:00 AM

Conducir por las amplias avenidas de Santa Cruz escuchando en la radio a Tchaikovski, el Concierto para piano No.1 in si bemol menor Op.23 es una experiencia desbordante para el espíritu, un intenso bombeo de sangre que ventila la mente y los nervios. Tchaikovski (1840 - 1893) no podía imaginar –viviendo en el siglo XIX allá en su Rusia natal–, que estaba componiendo música expansiva de la experiencia de los placeres, que le volaría los sesos a múltiples generaciones por venir en los siguientes siglos.

Siempre creí que la experiencia de expectación de la música clásica era mejor a solas y con escasa luz, para enfocar la atención enteramente en la escucha. Hasta que conocí a Marianela Aparicio, una pianista cochabambina formada inicialmente en el Instituto Eduardo Laredo de la Llajta, y luego en Francia, Cuba y Argentina, radicada desde hace años en Santa Cruz.

Al no tener un oído educado de músico, ni tener conocimiento respecto de las técnicas, ni poder evaluar los arpegios o los adagios o las entradas, lo que me interesa son las sensaciones que me produce escuchar sus interpretaciones. Cuando Marianela Aparicio presenta sus conciertos yo escucho colores, es decir, la experiencia es primeramente de estar ante una narración, algo que nos cuenta con el sonido, pues ella logra enfatizar la sensación de que cada composición está narrando una historia, una tragedia, o los derroteros de una vida, mientras el espectador está suspendido y sólo puede imaginar aquellos sucesos sin rostros.

Pero, al mismo tiempo, en medio de la escucha, van salpicando los colores como cortinas danzantes que son despejadas por un limpiaparabrisas. Sucedió cierta ocasión, cuando la escuché tocando el Claro de Luna, del compositor francés Claude Debussy (1862-1918): despertaba en mí la presencia de un color azul marino muy hipnótico, que te llevaba de manera placentera a las profundidades del mar.

Fue en esa ruta que me encontré después con otra pieza del mismo Debussy, La catedral sumergida. Marianela absorbió la sustancia musical de las grandes composiciones universales para piano y las volcó transfiguradas por el filtro de su cuerpo hacia el piano en el que realiza sus interpretaciones.

Su conexión es particular mente más fuerte con los compositores románticos como Sergei Rachmaninoff de descendencia ruso-americana, uno de los pianistas más brillantes del siglo XX, cuyas composiciones son consideradas como la mayor expresión musical de la era romántica. Marianela interpreta un devenir-latino de Tchaikovski, de Rachmaninoff.

En los márgenes que ellos dejaron, ella se explaya. En abril de este año Marianela salió de gira por tres países de Europa, invitada en primer lugar como solista por la Filarmónica Polaca Sinfonía Báltica, para interpretar el concierto n. 1 de Tchaikovsky en Polonia, además de conciertos de música boliviana y latinoamericana en Luxemburgo y en Noruega.

La Filarmónica estuvo dirigida por el maestro boliviano Rubén Silva, importante gestor de tres invitaciones a nuestra pianista a Polonia como solista de distintas orquestas. Los megapíxeles de pasión que una experiencia tal debe producir, además frente al público europeo, son de otra altura e intensidad.

_¿Qué sientes como artista al tocar una obra tan intensa frente al público?
Es una sensación desbordante, la emoción es tan intensa que es difícil de explicarla. Solo puedo decirte que hay episodios tan emotivos que se eriza la piel, corren las lágrimas. El concierto N. 1 de Tchaikovski no es en vano uno de los conciertos más grandes e importantes del repertorio para piano. No solo por la increíble capacidad de orquestación de éste compositor sino también por el dialogo perfecto que él logra entre el piano y la orquesta. Sin dejar de mencionar la hermosura de sus melodías, la gran sonoridad que demanda, el virtuosismo y fuerza técnica, y al mismo tiempo delicadeza y dulzura del pianista. Toda esa energía y pasión llega directamente al público, en una dimensión donde las palabras son innecesarias y solo fluyen las emociones.

¿Cuáles son las dificultades de interpretar el concierto para piano 1 de Tchaikovski?
Hay varias cosas que se deben dominar a la hora de tocar un concierto de éste calibre, primero la parte técnica. Es un concierto con mucho virtuosismo, un ejemplo los grandes pasajes de secuencias de octavas en fortísimo y a gran velocidad, armonía llena, luchando además con la sonoridad de una gran orquesta, de manera que el solista no solo debe dominar pasajes rápidos si no tener una gran fuerza y sonoridad. Es importante ver cada parte como un todo y conducir la música adecuadamente a los momentos de clímax.