El argentino Guillermo Martínez, conocido por Los crímenes de Oxford, obtuvo el premio literario más antiguo que se concede en España

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12 de enero de 2019, 4:00 AM
12 de enero de 2019, 4:00 AM

El Premio Nadal de novela se concede desde 1944 a la mejor obra inédita, otorgado por Ediciones Destino, perteneciente al Grupo Planeta desde 1988. Es el premio literario más antiguo que se concede en España. Este año se conmemoraba el 75º aniversario del galardón y como cada 6 de enero se dio a conocer el nombre del ganador.

Se trata de Guillermo Martínez, escritor y matemático argentino de 56 años, que ha cautivado al jurado con Los papeles de Guildford, título original del manuscrito que saldrá a la venta con el nombre de Los crímenes de Alicia. La novela es la segunda parte de su obra más conocida, Los crímenes de Oxford, con la que Martínez ganó el Premio Planeta Argentina. En esta ocasión la acción se sitúa en 1994 y allí nos encontramos a los mismos personajes de su obra más conocida.

El profesor Arthur Seldom y el estudiante Martin, que ya trataron de resolver los asesinatos ocurridos en la mítica Universidad inglesa, tendrán ahora que enfrentarse a una nueva ola de crímenes inspirados en la Alicia en el país de las maravillas, de Lewis Carroll. El jurado, compuesto por Alicia Giménez Bartlett, Care Santos, Lorenzo Silva, Andrés Trapiello y Emili Rosales han destacado la obra por encima de las 343 que se presentaron. Aunque la obra de Lewis Carroll se haya convertido en un clásico de la literatura infantil, Martínez asegura que hay “elementos siniestros y oscuros” en el texto, si se lee con detenimiento.

Y menciona, por ejemplo, el personaje del Sombrerero Loco. Como todos los de su oficio, enloquecía al inhalar el vapor de mercurio utilizado para la fabricación de estas prendas de cabeza. La nueva novela está ambientada en 1994 y en la misma ciudad inglesa, y con muchos elementos en común con Los crímenes de Oxford. “Comparten la misma ambientación, se repiten algunos personajes, incluida la dupla protagonista formada por el profesor Arthur Sheldom y el joven estudiante de Matemáticas Guillermo”, agrega el escritor, aunque luego aclara que, sin embargo, son “historias independientes”.

En la primera el eje narrativo eran las secuencias matemáticas, y en esta ocasión el motor son los símbolos y el universo de Caroll.

La historia se desarrolla en el marco de una ficticia hermandad, a la que pertenece el propio Sheldom, que decide publicar los diarios privados del escritor británico. Martínez explica que el origen de la novela fue un prólogo escrito para un libro sobre Carroll, Lógica sin pena, para el cual tuvo que investigar sobre su vida. Encontró el detalle de que dejó unos diarios íntimos que estuvieron bajo custodia de los familiares durante más de 30 años y solo su sobrino pudo leer en su totalidad. Se perdieron cuatro cuadernos y en los que quedaron aparecieron algunas páginas arrancadas.

“Otro detonante real -según Martínez- fue que en 1994, el mismo año en que se ambienta la novela, apareció un papel que da cierta información sobre el contenido de esas páginas arrancadas, que sugiere preguntas como qué secreto querían preservar, por qué habían arrancado esas hojas o qué decían esas páginas sobre distintas facetas de la vida de Carroll”.

En la novela, resume el autor, aparece “una doble intriga”, la policial para averiguar el origen de los asesinatos y la literaria relacionada con los cuadernos. La dupla protagonista discute a lo largo de la novela de lógica, de filosofía y de las muchas facetas de la vida de Carroll, en una estrategia que podría recordar, según el propio autor, al Jorge Luis Borges de La muerte y la brújula o al Umberto Eco de El nombre de la rosa.

La Hermandad de la novela se inspira en la Sociedad Lewis Carroll, que existe y que publicó sus diarios completos. “A partir de esta base real, imagino a estos personajes, y en la novela se discuten varias teorías y controversias sobre la vida de Carroll”, según el escritor argentino. Y las discusiones filosóficas o casi filosóficas que entablaban los personajes en Los crímenes de Oxford se mantienen en Los crímenes de Alicia. “Es como si hubiera encontrado -dice el autor- otra manera de contar algunos de los dilemas que había en la primera, que yo mismo no conocía”.

 

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