El libro editado bajo el sello Dum Dum plantea, según Roca, interrogantes sobre roles femeninos a través del relatos objetivos apoyados por subjetividades

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13 de julio de 2019, 13:50 PM
13 de julio de 2019, 13:50 PM

Lo primero que llama la atención al tener en la mano la antología de ensayo feminista de Liliana Colanzi es el nombre, La desobediencia. Un nombre atractivo y fuerte que trata de persuadirnos para tomar partido sobre un tema que genera polémica en todas sus aristas por la insatisfecha necesidad de querer hacer visible una realidad que ya hemos asumido que necesita tratarse, el rol actual de la mujer en la sociedad.

En líneas formales, la obra está caracterizada por presentar una superestructura típica de un texto narrativo, con siluetas rectangulares, aunque con algunas pequeñas excepciones.

Su macroestructura permite que sigamos el hilo del debate sobre la línea que quieren exponer, sin dejar lugar a ambigüedades; por otra parte, la microestructura del libro presenta una uniformidad de narraciones de pretérito en primera persona, recurso que permite desarrollar empatía en los lectores. Además, los elementos paratextuales elegidos para acompañar el texto han sido escogidos de manera adecuada, desde la portada hasta la contratapa. Aunque la antología ofrece una redacción armoniosa, con oraciones cortas que ayudan a la comprensión y evitan entrar al juego de utilizar palabras rebuscadas, la ortografía no ha sido minuciosamente revisada, pues deja ver algunos usos ortográficos no convencionales que, sin duda, serán subsanados en ediciones posteriores.

Historias vs. propuestas

Cuando leí que se había presentado un libro sobre el feminismo en Bolivia, y que además se habían agotado los primeros ejemplares, tuve mucha curiosidad por saber cuáles eran los reclamos y las propuestas sobre el tema en el ámbito local, pero no encontré argumentos sólidos en sus pedidos de reivindicación.

Entre algunos de sus postulados está el uso del idioma como elemento de subordinación femenina. Dos de los autores se lanzan contra la RAE al afirmar que el español es sexista, machista y racista; sin embargo, no ofrecen una explicación que demuestre cuáles son las estructuras o las normas gramaticales u ortográficas que evidencien machismo en la lengua. Solo mencionan un par de ejemplos en que ellos consideran que hay machismo o discriminación.

Para contrarrestar el argumento anterior es necesario entender que la lengua es un bien colectivo y, por ende, son los hablantes los que deciden los usos que le pueden dar. Si una comunidad o grupo utiliza la lengua para discriminar o invisibilizar a la mujer es un acto que escapa a la lengua. Decir que la lengua es machista es como afirmar que los cuchillos son asesinos, solo porque algunas personas los usen para matar. Un recurso literario que se usa bastante en la antología es la generalización de casos particulares para imponer una verdad universal.

Una de las articulistas acusa al Estado de ser vigilante y amansador porque al pedir que le hicieran una ligadura de trompas le pidieron la autorización del marido, reclamando que esto no sucede cuando un hombre requiere de alguna intervención quirúrgica. Hay una figura literaria a la que ofrecen un apartado completo cuando tratan el tema de la estereotipación que sufren las mujeres cuando se las nombra por algunos de sus rasgos físicos y no por sus nombres.

Destacan el hecho de que a una mujer con sobrepeso se le llame gorda o por algún otro eufemismo y asocian esta realidad con el producto de una sociedad machista que encasilla a la mujer a tener unas medidas que las obliga a ir contra su naturaleza al vivir rodeada de dietas y demás actividades para tener una “buena presencia”.

Aunque es una realidad innegable, no se puede mirar el problema solo desde una perspectiva, dejando de lado los parámetros de belleza que se impone a los hombres al exigirnos tener una barba tupida, un cuerpo moldeado durante meses en gimnasios o una estatura que sobrepase los 1.60 m, entre muchas otras ‘obligaciones masculinas’. La antología se desvía por momentos de la descripción objetiva de la sociedad cuando entra en relatos subjetivos referidos al hecho de rechazar la maternidad; otros textos se ocupan de las descripciones valorativas personales sobre pinturas o textos poéticos, para terminar con un caso de aborto ilegal de una de las escritoras.

En síntesis, la antología feminista editada por Colanzi brinda un pantallazo sobre el movimiento social que ha decidido denunciar el hartazgo y la ira contra un sistema que consideran opresor de un género tenido por menos en antaño.

Aun así, en el afán de querer visibilizar las dificultades por las que atraviesan perdieron la oportunidad para tratar temas que efectivamente atañen solo al género femenino, como es el hecho de arrastrar aún una desigualdad salarial entre hombres y mujeres. Se centraron solo en mostrar una única realidad sin percatarse de que a los hombres también los acosan, violan, matan y llenan de adjetivos. El feminismo debe reencauzar sus postulados hacia la búsqueda de igualdad social y no un legajo de leyes reivindicativas que solo logren dar más privilegios a un grupo por sobre otro.