El célebre novelista israelí alzó su voz contra los fanatismos religiosos, lucha que quedó plasmada en su obra Una historia de amor y oscuridad. Murió a los 79 años

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5 de enero de 2019, 4:00 AM
5 de enero de 2019, 4:00 AM

El fallecimiento de Amós Oz (que ocurrió el 28 de diciembre) ha permitido recordar, en este inicio de año, la importancia de la tolerancia, la igualdad y la convivencia pacífica, especialmente a propósito de lo que sucede cotidianamente en Israel y Palestina. Oz, uno de los mayores escritores israelíes de la actualidad y varias veces candidato al Nobel de Literatura, creía que los palestinos deben vivir en un país propio y consideraba que la ocupación militar de los territorios palestinos corroe los cimientos del Estado judío, lo que le ocasionó acusaciones de traición a su país. Al igual que otros pensadores y artistas contemporáneos, como el palestino-estadounidense Edward Said y el judío-argentino Daniel Barenboim, Oz estaba convencido de que los fanatismos nacionalistas y religiosos comprometen seriamente la paz en el mundo.

Autor de una obra verdaderamente monumental (su libro más famoso es, quizá, Una historia de amor y oscuridad, 2003, de corte autobiográ- fico, llevada al cine por Natalie Portman en 2015), muchos de sus ensayos y novelas están dedicados a mostrar lo pernicioso de tales actitudes.

Amós Oz deja un legado que es a la vez literario, político y personal, y lo que unifica esas tres áreas es su voz clara y penetrante, su capacidad para envolver una idea de forma breve, iluminadora y original. Auténtico narrador, el curso de su vida también lo situó en posición de relatar la historia definitiva del Estado de Israel durante sus 70 primeros años. Uno de los primeros tributos al escritor, que recibió en 2007 el Premio Príncipe de Asturias de las Letras, provino del portavoz del Ministerio de Exteriores israelí, Emmanuel Nahshon, quien calificó su muerte de “pérdida para todos nosotros y para el mundo”.

Aunque su prosa prolífica ha sido celebrada en todo el planeta, Oz ganó notoriedad también como activista, por ser uno de los críticos más férreos de la ocupación de Israel de territorios palestinos tras la Guerra de los Seis Días, en 1967.

En los últimos años, Oz se pronunció abiertamente contra las políticas del primer ministro Benjamin Netanyahu, rehuyendo a un cargo oficial en el exterior en protesta por lo que consideró un “creciente extremismo” de su Gobierno. 

Fue percibido como la conciencia de una nación, halago que también le costó críticas constantes por parte de la ultraderecha israelí, sobre todo cuando tuvo iniciativas como aquella de 2011, cuando le envió un manuscrito de sus memorias al político palestino Marwan Barghuthi. Aunque fue coherente en el principio de que debe ser creado un Estado palestino, Oz también criticó en duros términos a quienes prometen la destrucción de Israel y sobre todo condenó todas las gamas de fanatismo religioso. Tampoco demostró mucha paciencia con los expertos occidentales, que asumían “que los israelíes y palestinos tienen que conocerse mejor” para resolver el conflicto de Oriente Medio.

“Esto tiene que resolverse mediante un compromiso que va a ser doloroso y no tomando café juntos”, dijo a Paris Review en una entrevista en 1996. “Ríos de café tomados juntos, borrachos no van a extinguir la tragedia de dos pueblos mirando el mismo peque- ño país como el propio y como su único hogar. Es necesario dividirlo. Necesitamos arreglar un compromiso mutuo que sea aceptable”, dijo. 

En 1978, Oz cofundó el movimiento Paz Ahora, que fue la primera iniciativa en Israel contra los asentamientos y en 1990 dejó el Partido Laborista para integrar la formación izquierdista Meretz. Nacido en Jerusalén con el nombre de Amos Klausner en 1939, fue el hijo único de una pareja que emigró de Rusia y Polonia en los tiempos previos a la fundación de Israel.  Su ni- ñez austera en Jerusalén, los últimos años del mandato británico en Palestina, la sombra del Holocausto y la continua amenaza de la guerra en una tierra reclamada por dos pueblos, fueron los temas centrales de su obra. Su niñez y la relación con los británicos quedó plasmada en Una pantera en el sótano y el suicidio de su madre es el hilo argumental de sus desgarradoras memorias, Una historia de amor y oscuridad, que ha vendido más de un millón de ejemplares.

El fantasma de su madre también toma forma en Mi querido Mijáil (1968), una de sus primeras novelas, mientras su visión política del conflicto queda en evidencia en Fima (1991).

“¿Qué es autobiográ- fico y qué es ficción en mis relatos? Todo es autobiográfico: si alguna vez escribiera una historia de amor entre la madre Teresa y Alba Eban, por supuesto sería autobiográfica, aunque no es una confesión”, dijo en una entrevista.  Buscando un respiro de su situación familiar tras la muerte de su madre, el escritor dejó Jerusalén y se fue a vivir a un kibutz, donde permaneció durante 25 años. Allí decidió cambiar su apellido a Oz, de una raíz más hebrea que simboliza la fuerza y la valentía. En el kibutz desarrolló el inicio de su literatura, enfocada en la vida cotidiana y las tribulaciones familiares. “Mi trabajo es la comedia sobre familias infelices, no una tragedia”, dijo. 

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