El periodista peruano hablará en La Paz sobre el contexto de las campañas electorales en Bolivia. Contará sobre su experiencia como asesor político del MAS

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18 de marzo de 2019, 7:04 AM
18 de marzo de 2019, 7:04 AM

Wálter Chávez no será el campañero de nadie en las elecciones generales de 2019. El hombre que dirigió las campañas exitosas de Evo Morales en 2005, 2009 y 2014 se ha llamado a una especie de pausa electoral prematura. Nacido en Perú, boliviano de corazón, refugiado político, ha decidido que la única forma de participar en estas elecciones será a través de un taller sobre marketing político que dará por un mes, durante abril en La Paz. En cuatro semanas pretende enseñar el contexto histórico de las campañas, desde Quinto Tulio Cicerón hasta la democracia competitiva de EEUU; metodologías de toma de decisiones, a leer imaginarios colectivos, pero tal vez, lo más importante, relatará su experiencia en Bolivia, desde 2002 hasta 2016.

 Tu experiencia como campañero nació en 2002, ¿era más intuitiva que científica en ese momento?

Yo soy periodista pero estudié Filosofía y más que estudiar, en Filosofía uno aprende métodos de investigación de todos los fenómenos de los que uno se ocupa. Es decir, empecé a dedicarme a las campañas de manera empírica, pero en las noches, en mi casa desarrollé una serie de anotaciones, consultas bibliográficas, para darle una base metodológica a lo que estábamos haciendo. El MAS enfrentaba las campañas de manera meramente intuitiva, casi como una prolongación del activismo, como lo hacía la izquierda. Hacía campañas autocomplacientes, desde la música, Mercedes Sosa, nueva trova cubana; en lo sustantivo con consignas de Galeano. El 2002 traté de recurrir a herramientas de estudio cuantitativo de campaña electoral.

 ¿Así nacieron los spots contestatarios?

Sí, el primer spot que la gente recuerda, porque hubo spot del MAS antes, fue casi la materialización de un discurso sociológico en un spot de 45 segundos. Tomamos una frase de Felipe Quispe, “yo me rebelo para que mi hija no sea tu empleada”, y lo plasmamos en un spot. Era una empleada que está barriendo en una casa y el mensaje fue: “Mi patrona me ha dicho en estas elecciones cuidado que votes por el Evo”. Tira la escoba y dice, “yo me rebelo porque votar por el Evo es votar por nosotros mismos”. Ahí ponemos esa consigna superidentitaria en lo electoral. En 2005 me encargaron ya formalmente la campaña y es más conocida la historia.

 ¿Qué cambió ahí?

Hicimos una lectura mucho más exigida en el campo sociológico, de lo que se estaba moviendo en ese momento en el campo político y mucho más sustentada en encuestas. Le hicimos al país una propuesta muy lejana al marketing electoral tradicional, que se basa de manera sobredimensionada en el valor de la encuesta y no en variables históricas y las dinámicas de la creencia de los votantes. Las encuestas suelen ser en general muy conservadoras.

Siempre aparecen muy bien valoradas la exigencia de trabajo y seguridad ciudadana, que penalicen a los corruptos. El 2005, la campaña de Tuto, obedeciendo a las encuestas, ofrecía trabajo, un candidato con capacidades tradicionales para gestionar la cosa pública, eficiencia, formación. Nosotros hicimos una campaña en base a un eslogan: Por una Bolivia digna, soberana, para vivir bien. Lo principal era que nosotros volvíamos a proponerle una elección identitaria, pero ya no segmentado en lo indígena, sino abierto a la clase media y le proponíamos que si Evo ganaba iba a gobernar un país digno, soberano.

 ¿Tu última participación en una campaña nacional fue el 21-F?

Sí, pero desde otro lugar (trabajó para una productora contratada por Samuel Doria Medina), hice unos spots que estuvieron bien, que leían bien el momento. Un spot es el resumen de un momento amplio de reflexión, interdisciplinario, donde se tienen que medir las emociones, se tiene que hacer un mapa emotivo, para que el contenido, la música, las ideas fuerzas del spot generen la emotividad necesaria para que voten por el candidato.

 Curiosamente eso te pone siempre del lado ganador

Bueno, mira, hay asesores de esa escuela, que suelen decir que la primera estrategia del estratega es para él mismo.

 Y en esta elección, ¿qué opción tomarías?

Yo no voy a trabajar en estas elecciones, no voy a estar. Hoy el mercado electoral tiene opciones abiertas. Fui también afortunado en los momentos en que me tocó trabajar, porque lo hacía para un candidato que representaba una tendencia histórica que lo hacía prácticamente inganable. En 2009 o 2014, que fue la última campaña que hice, la tendencia era clara, solo había que ver con cuánto iba a ganar el candidato del MAS. Hoy la elección es competitiva, hay las condiciones para que una buena campaña haga que termines quedándote con una buena parte de los votos.

 ¿En qué ha cambiado la forma de hacer campaña las redes sociales?

Hoy vivimos una efervescencia y una emotividad que sobredimensiona el valor de las redes. En junio del año pasado hubo ese congreso internacional de asesores políticos y hubo unas 27 ponencias y 20 fueron sobre las redes. Es muy fácil adherirse a las modas, vender asesorías en consonancias con esas modas. Te dicen que son expertos en redes, que con la microsegmentación y el bigdata te van a generar un escenario muy favorable y el cliente te cree. Las redes tienen una influencia y un impacto pero no van a definir las elecciones, en ningún lugar del mundo, ni siquiera en el caso de Obama, las redes sociales han definido elecciones, solo han ayudado. Las variables tradicionales hay que seguir usándolas.

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